martes, 1 de septiembre de 2015

Ideologia de educador liberal

En los últimos meses he estado leyendo libros sobre pedagogía y psicología infantil. Increíbles los mitos y costumbres en los que se asientan los sistemas educativos convencionales. Cierto que los autores que he leído como John Holt son abiertamente seguidores de un modelo más liberal y autónomo de la educación pero no puedo negar que sus argumentos reflejan la realidad de mis aulas y la de otros compañeros, cayendo sus criticas en mi conciencia y modo de trabajar.

Estudiante birmana con la crema tradicional contra el sol y los insectos: thanaka. Fuente: www.tailandiasinplaya.com
Empezando por la base de que el profesor es figura esencial para el aprendizaje del alumno. Según estos autores, la figura principal del aprendizaje es el alumno, y si bien el proceso de aprendizaje suele basarse en un dialogo entre instructor y estudiante, esta relación ha de ser establecida de forma horizontal, contrariamente a la verticalidad de los sistemas convencionales donde en la mayor parte de escuelas es el profesor quien decide qué es lo que se va a aprender y cómo. Todos sabemos que aprendemos más rápido y de forma duradera cuando somos nosotros mismos quienes acordamos tales límites. Nadie dejar de fumar cuando se lo imponen, y no todos aprenden a nadar a la misma edad. Solo cuando queremos o necesitamos algo es cuando aprendemos de verdad.

La realidad es que la mayor parte de los niñ@s en las escuelas convencionales no tienen ni voz ni voto en el temario que van a “aprender”, ni deciden como lo van a aprender, ni le encuentran el sentido de por qué aprenden eso y no otra cosa. El aula termina siendo un centro de entrenamiento de la disciplina más que un centro de aprendizaje. Los profesores gastamos más tiempo en mantener a los estudiantes callados mientras hablamos, atentos mientras explicamos, o respetuosos con los demás alumnos y profesores, que en enseñar contenido. Todo esto no sería necesario si el interés por la clase sale del propio alumno y no de un medio externo como son los padres, profesores, o el propio sistema educativo.

Forzamos a los estudiantes a estar, de media, 6-7 horas al día haciendo algo que nunca eligieron. Les decimos que es bueno para ellos, “porque en la vida no siempre hacemos lo que deseamos”. 

Formamos mentes cerradas en lugar de abiertas porque tratamos de forzar el aprendizaje en lugar de dar rienda suelta a su curiosidad y personalidad propias. No saben lo que leen por qué no les importa. Para aprobar el siguiente examen solo han de memorizar la respuesta que el profesor les dio, o saber la receta con la que conseguir los resultados esperados por el instructor. Así pasa, que cuando olvidan la pregunta, olvidan la respuesta. No son capaces de razones o pensar criticamente.

Cuando los alumnos llegan a la escuela secundaria hay tanta desmotivación, faltas de respeto y falta de conceptos básicos que resulta una verdadera batalla trabajar cada día como educador. Hay días que te culpas a ti mismo, otros días les culpas a tus alumnos, y por último culpas al sistema.

Yo comienzo a darme cuenta que el aprendizaje tiene sus propios ritmos, y que forzarlo no merece la pena. Como dije antes, solo cuando uno quiere o necesita aprender algo es cuando realmente lo aprende. Pienso también que la vida está lleno de retos y el ser humano es un organismo con curiosidad innata, por tanto no doy crédito a los partidarios de “sin una figura que establezca qué contenidos son prioritarios”, los alumnos se perderían en el conocimiento. No me lo creo. En su lugar, el alumno podría profundizar en aquellos aspectos que encuentra más interesantes o necesarios en su día a día y terminaríamos con la mayor parte de problemas de disciplina, motivación, y falta de conceptos básicos.

Cuántos de nosotros hemos estudiados durante horas y días para un examen, y tras acabarlo, unos días más tarde nos damos cuenta que hemos olvidado la mitad. Todo eso ocurre por la falta de sentido que tal materia tiene para nuestras vidas. Nuestro cerebro lo elimina de nuestra memoria pues no lo considera importante. Deberíamos aprender de ese precioso y valioso órgano y darnos cuenta que lo único que tiene relevancia en el aprendizaje es aquello que tiene un sentido propio para nosotros.

No deberíamos matar la curiosidad de nuestros alumnos con límites establecidos. Deberíamos darles libertad para pensar por sí mismos, y aprender aquello que desean y da sentido a sus vidas.


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