Me cuesta decir que no. No me refiero a rechazar ciertos ofrecimientos, o regalos de personas ajenas, ya conozco la manera de decir "no" sin provocar una ofensa o rechazo hacia los demás: con un "no gracias", de manera sincera y sonriendo, la gente no suele darse por ofendida o rechazada (a no ser, estemos hablando de una persona inmadura, y entonces no vale la pena preocuparse por aceptar ese regalo y complacerle, porque más tarde o más temprano le dirán "no" y solo habremos alargado su sufrimiento). Sin embargo, hoy me refiero a decir "no" a nosotros mismos. O visto desde otro punto de vista, decir que "sí". Me explico. Cada vez que trato de adoptar una buena costumbre y sustituir la mala, nada. No consigo liberarme de la equivocada postura "trabajada" durante cierto tiempo. No consigo decir "no" cuando mi pereza decide tumbarme en el sofa y no salir a correr, cuando la lujuria repleta mi cabeza de fantasías y no atiendo en clase, cuando mi gula se dispone a repetir plato cuando ya mi estomago está lleno, cuando la impaciencia ganó la partida al trabajo diario y abandone una actividad interesante... Me cuesta decir no, a aquello que no quiero para mí, pero que al mismo tiempo soy quien lo causa. Me cuesta decir "sí" a aquellas actitudes que quiero tomar, o habilidades que quiero entrenar.
Escribo de ello, porque no creo sea el único en La Tierra con esta "enfermad". En mi último post, ya hablé sobre como las personas muchas veces no nos lanzamos a aquello en lo que queremos para nuestra vida por miedo o por comodidad. En este caso... no sé porque fracaso. Imagino que es la inercia de las costumbres, y la pereza en emplear suficiente energía como para detener tal inercia. Lo que esta claro, es que los malos hábitos o ineptitudes, son como una bola de nieve: crecen a medida que pasan los años. Así, será mejor trabajemos nuestra fuerza de voluntad y cumplamos con lo acordado, antes de que lleguemos al punto de ser productos de una deriba, que no combatimos con el empuje de nuestros remos.
Desde hoy hago pública algunas de mis decisiones. Creo que escribiéndolas aquí, añadiré algo de fuerza a mi empeño por cambiar (o dicho de otra forma, cierta presión negativa a mi gusto por la marcha atrás):
- Decido llevar a cabo las meditaciones que me prometí hace un tiempo para mejorar mi capacidad de concentración (a día de hoy, al mismo nivel que mi flexibilidad física)
- Decido leer en inglés todos los días al menos 40 min, para no perder aquello que durante un año me sirvió para comunicarme.
- Decido comenzar de nuevo a practicar deporte, al menos 40 min diarios.
Estas son algunas de las cosas que me planteo a partir de hoy. Se admiten apuestas sobre cual será la primera en caer derrotada, aunque preferiría muestras de ánimo o incluso si vuestro interés de participación supera la capacidad de comunicación de Emilio Botín, os invito a que también vosotros publiquéis vuestras propuestas de cambio a corto plazo.
ps. Sobre mi flexibilidad física, espero que a nadie se le ocurra preguntar si puedo tocarme la punta de los pies con las manos... No responderé a tal cuestión.
Un saludo a todos
80 minutos de tu día los vas a emplear en algo que sabes que debes hacer pero que, en realidad, no te apetece absolutamente nada.
ResponderEliminarYo tb debería dedicar parte de mi tiempo a leer en inglés (sobre todo porque en septiembre me lo exigirán en el curro) y a la flexibilidad física, pero no lo hago. Por lo menos he dejado de beber alcohol entre semana.
Yo creo que hasta que la cabeza no haga "clic", nos podemos imponer cambiar nuestras costumbres, pero si no estamos preparados no llegaremos a hacerlo nunca.
Dice una de mis jefas que si repetimos un comportamiento durante 21 días lo asimilamos y se convierte en automático (excepto para Samanta); a mi me pasó con la crema hidratante, pero luego después de 40 días, una mañana la olvidé y pasé del tema y ya nunca mais - a pesar de mi piel áspera-.
Lucha por 21 días y luego ya veremos.
:)