Me tumbo en la cama, y a mí mente
llegan los dulces recuerdos de aquellas chicas con las que dormí.
Cada una de ellas tan suyas, y al mismo tiempo, tan mías. Mentiría
si dijera que no las comparé para saber cuál me reporto los
momentos más agradables; sin embargo, mentiría también si dijera
que llegué a una ganadora. Reconozco que todas ellas consiguieron
los momentos agradables y cariñosos de los que hoy día originan en
mí un sentimiento de nostalgia; nostalgia de amor, quiera o no
aceptarlo.
Unos brazos que me rodeen, unos besos
que me ilusionen y unos bostezos que me hagan sonreír. Esas cosas
vienen hoy a mi cabeza, en las caras de todas ellas. Y ya no importa
quien fue la primera o la última, porque todas están lejos, y
nuestros momentos fueron comidos por el tiempo. Con cada distancia
que me hizo sufrir, pensé que se moría una parte de mi amor. Y
fijate ahora: es tema principal de mi blog.
Debe ser cosa del instinto, pero algo
muy profundo nos ánima a no desanimar, a cultivar la expectativa de
que el apoyo y los momentos agradables que son consecuencia del amor,
más tarde o más temprano llegarán. Todo el mundo quiere ser amado,
y eso es tan inevitable, como nacer con los huesos de la cabeza aún
desencajados.
A veces pensaba que esa nostalgia de
amor, pequeña pero segura, que gritaba para hacerse hueco entre mis
pensamientos, se debía a mis experiencias traumáticas con el mundo
femenino. Pensaba que era causa de unas relaciones sin superar.
Creía, que quien preguntaba por los
besos, las caricias cariñosas, y los cumplidos que alegraron mi
pasado, era mi Yo enamorado de ella... o de aquella otra... o de esta
última... Ahora me doy cuenta que ninguna era culpable de esa
nostalgia, sino que era el mismo Amor quien hacía las preguntas,
disfrazado de todas ellas.
De nada valen las actitudes duras de
indiferencia que mostré tras mi primer amor. Él no se fue. De nada
sirvió la pena y miedo que de mí se apoderaron tras las ocasiones
recientes. El amor entonces, tampoco desapareció. Por tanto, no será
más especial este último
descanso que decidí darme: el amor volverá. Nunca duerme
mucho tiempo. Y cuando despierta, es el más activo de nuestros
sentimientos. Digamos que es un deportista, que aunque cansado con
cada partido jugado, se recuperá con el tiempo para los próximos
que vendrán.
Reconocer en mí, ese despertar en la
voluntad por amar y ser amado, no significa que mi "parón"
actual se vaya a cortar (ese es otro cantar). Pero ha conseguido
instalarse en mí, una curiosidad por la capacidad de recuperación
que tiene el amor; ese despertar que suele cogernos por sorpresa, que
puede tornarse en peligro u oportunidad, para la relación con mi
(futura) pareja.
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