jueves, 3 de mayo de 2012

Exclavitud mediática del sexo

A mí la sexualidad me encanta. Tantos sus aspectos prácticos como teóricos. Quizás por eso que muestro gran interés por cada cosa que veo relacionada con el sexo, y especialmente, con la responsabilidad social que su discurso tiene en nuestros tiempos.

Yo no sé como la sexualidad era tratada en la época de mis padres, solo conozco lo qué oigo por su parte y lo que leo en autores que sí vivieron aquella época. Me dicen que el sexo antes era una cuestión tabú, relegada en su ámbito público solo al género masculino. Solo a él se le permitía alardear de sus experiencias, solo en él se veía positivo y envidiable la posibilidad de tener varias compañeras sexuales, y solo a él se le perdonaba los “deslices” de pareja.

A la mujer por el contrario, se la despreciaba caso de sobrepasar los límites domésticos de su sexualidad, e incluso se le atribuían adjetivos despectivos que nada tenían que ver con lo que decidiera hacer en su vida privada, tales como: irresponsable, inmadura, superficial...

Imagino que gran parte de esa herencia machista aún persiste, pero definitivamente creo que las cosas han cambiado. Y si bien se ha logrado mayor libertad en cierto sentido, está ocasionando unos efectos secundarios propios de la automedicación, es decir, no deseados.

Tras la época de machismo y falta de miras por gran parte de la sociedad, hoy día, al sexo se favorece en su aspecto más artificial y duro. Si antes, practicarlo mucho era favorecido entre los hombres y recriminado en las mujeres, ahora se promociona de manera constante su práctica frecuente e indiscriminada entre los jóvenes de ambos sexos. Solo hay que ver los programas de tv más populares, las revistas juveniles, los videoclips de cantantes famosos o la información que se maneja por internet: se nos incita a convertirnos en folladores de vértigo.

Como decía, mientras anteriormente a las mujeres se les exigía atributos físicos impecables para lograr el éxito social (qué casualidad que el porcentaje mayoritario de mujeres populares en los medios de comunicación, sean jóvenes y guapas) ahora también se le exige al hombre atributos físicos para triunfar en el ámbito personal.

Desde el punto de vista sexual ocurre lo mismo: antes a la mujer se le pedía que se acostase estrictamente con su pareja sin poner pega alguna, y hoy se apoya, en nombre de su liberación, la práctica abundante de sexo desde edades tempranas, y llevar la iniciativa en todo tipo de posturas y juegos sexuales. Casi nada, le hemos hecho pasar del blanco al negro en cuestión de 20 años.

Para los hombres, cierto es que el cambió ha sido menor, pero igual de traumático: debemos continuar igual de activos que en la época de nuestros padres y abuelos (si alguna vez una mujer “intentase algo con nosotros”, negarnos sería una clara muestra de homosexualidad, hay qué joderse) con una condición, ahora las que exigen en la cama son ellas: nuestro pene debe aguantar erecto y duro el tiempo que la vagina en cuestión considere necesario para llegar a su orgasmo. Sino, seremos unos impotentes, eyaculadores precoces, maricones... lo que se conoce normalmente como “un mierda”. Y qué quieran que les diga, pero pienso firmemente que esa presión es muchas veces la causa de los problemas sexuales que muchos hombres dicen padecer (recuerden que actualmente vivimos la “epidemia” de las patologías sexuales, con remedios y clínicas recomendadas por todos los periódicos). Ya no nos libramos del esfuerzo que la estética reclamaba a las mujeres, ahora también ha puesto su ojo en nosotros. Y así vamos, con chavales de 14 años en gimnasios intentando que sus músculos crezcan a mayor velocidad que sus huesos.

No quiero ser aguafiestas. Yo comprendo que el mercado del sexo pueda estar en auge debido a otros factores (la ganancia de libertades individuales, el aumento de la esperanza de vida y salud por nuestros mayores, el incremento de productos eróticos y anticonceptivos que favorecen su práctica...) pero no es normal el ferviente interés con el que se atiende hoy día el tema.
Solo con ver a Pele anunciando viagra, y tras ver un par de videos pornos en internet (qué es el lugar donde la mayor parte de adolescentes y personas obtienen información sexual a su alcance) entran ganas de que tu novia se operé los pechos y ponerse a follar cuál dieta adelgazante solo para no perder “el ritmo de los demás”. Vamos a acabar como los japoneses, que prefieren masturbarse para tener orgasmos, que disfrutarlos en un acto sexual donde les son exigidos ciertas condiciones antes de sucumbir al placer.

Y para acabar, algo de humor:


1 comentario:

  1. Precisamente el lunes estuve en una clase en la que el profesor, una eminencia en Violencia de Género, decía algo que me resultó, cuanto menos, curioso:
    " Los chicos se aproximan al sexo a través del porno, las chicas a través de las películas románticas... normal, que cuando ambos se juntan, aquello sea un desastre "
    Besos!

    ResponderEliminar