A mí la sexualidad me encanta. Tantos
sus aspectos prácticos como teóricos. Quizás por eso que muestro
gran interés por cada cosa que veo relacionada con el sexo, y
especialmente, con la responsabilidad social que su discurso tiene en
nuestros tiempos.
Yo no sé como la sexualidad era
tratada en la época de mis padres, solo conozco lo qué oigo por su
parte y lo que leo en autores que sí vivieron aquella época. Me
dicen que el sexo antes era una cuestión tabú, relegada en su
ámbito público solo al género masculino. Solo a él se le permitía
alardear de sus experiencias, solo en él se veía positivo y
envidiable la posibilidad de tener varias compañeras sexuales, y
solo a él se le perdonaba los “deslices” de pareja.
A la mujer por el contrario, se la
despreciaba caso de sobrepasar los límites domésticos de su
sexualidad, e incluso se le atribuían adjetivos despectivos que nada
tenían que ver con lo que decidiera hacer en su vida privada, tales
como: irresponsable, inmadura, superficial...
Imagino que gran parte de esa herencia
machista aún persiste, pero definitivamente creo que las cosas han
cambiado. Y si bien se ha logrado mayor libertad en cierto sentido,
está ocasionando unos efectos secundarios propios de la
automedicación, es decir, no deseados.
Tras la época de machismo y falta de
miras por gran parte de la sociedad, hoy día, al sexo se favorece en
su aspecto más artificial y duro. Si antes, practicarlo mucho era
favorecido entre los hombres y recriminado en las mujeres, ahora se
promociona de manera constante su práctica frecuente e
indiscriminada entre los jóvenes de ambos sexos. Solo hay que ver
los programas de tv más populares, las revistas juveniles, los
videoclips de cantantes famosos o la información que se maneja por
internet: se nos incita a convertirnos en folladores de vértigo.
Como decía, mientras anteriormente a
las mujeres se les exigía atributos físicos impecables para lograr
el éxito social (qué casualidad que el porcentaje mayoritario de
mujeres populares en los medios de comunicación, sean jóvenes y
guapas) ahora también se le exige al hombre atributos físicos para
triunfar en el ámbito personal.
Desde el punto de vista sexual ocurre
lo mismo: antes a la mujer se le pedía que se acostase estrictamente
con su pareja sin poner pega alguna, y hoy se apoya, en nombre de su
liberación, la práctica abundante de sexo desde edades tempranas, y
llevar la iniciativa en todo tipo de posturas y juegos sexuales. Casi
nada, le hemos hecho pasar del blanco al negro en cuestión de 20
años.
Para los hombres, cierto es que el
cambió ha sido menor, pero igual de traumático: debemos continuar
igual de activos que en la época de nuestros padres y abuelos (si
alguna vez una mujer “intentase algo con nosotros”, negarnos
sería una clara muestra de homosexualidad, hay qué joderse) con una
condición, ahora las que exigen en la cama son ellas: nuestro pene
debe aguantar erecto y duro el tiempo que la vagina en cuestión
considere necesario para llegar a su orgasmo. Sino, seremos unos
impotentes, eyaculadores precoces, maricones... lo que se conoce
normalmente como “un mierda”. Y qué quieran que les diga, pero
pienso firmemente que esa presión es muchas veces la causa de los
problemas sexuales que muchos hombres dicen padecer (recuerden que
actualmente vivimos la “epidemia” de las patologías sexuales,
con remedios y clínicas recomendadas por todos los periódicos). Ya
no nos libramos del esfuerzo que la estética reclamaba a las
mujeres, ahora también ha puesto su ojo en nosotros. Y así vamos,
con chavales de 14 años en gimnasios intentando que sus músculos
crezcan a mayor velocidad que sus huesos.
No quiero ser aguafiestas. Yo comprendo
que el mercado del sexo pueda estar en auge debido a otros factores
(la ganancia de libertades individuales, el aumento de la esperanza
de vida y salud por nuestros mayores, el incremento de productos
eróticos y anticonceptivos que favorecen su práctica...) pero no es
normal el ferviente interés con el que se atiende hoy día el tema.
Solo con ver a Pele anunciando viagra,
y tras ver un par de videos pornos en internet (qué es el lugar
donde la mayor parte de adolescentes y personas obtienen información
sexual a su alcance) entran ganas de que tu novia se operé los
pechos y ponerse a follar cuál dieta adelgazante solo para no perder
“el ritmo de los demás”. Vamos a acabar como los japoneses, que
prefieren masturbarse para tener orgasmos, que disfrutarlos en un
acto sexual donde les son exigidos ciertas condiciones antes de
sucumbir al placer.
Precisamente el lunes estuve en una clase en la que el profesor, una eminencia en Violencia de Género, decía algo que me resultó, cuanto menos, curioso:
ResponderEliminar" Los chicos se aproximan al sexo a través del porno, las chicas a través de las películas románticas... normal, que cuando ambos se juntan, aquello sea un desastre "
Besos!