miércoles, 21 de septiembre de 2016

Por Borja

Ayer murió un compañero de la Fundación educativa donde trabajo. El chico tendría unos 24 años, era de la quinta promoción (yo soy de la sexta) por lo que solo le quedaba un año de programa en la Fundación antes de graduarse como mejor profesor de lo que ya era, y agente de cambio social. Yo no le conocía mucho pero lo poco que pude trabajar con él durante el Instituto de Verano en julio, me pareció una persona muy madura y motivada por su trabajo. Un paro cardíaco a inicios de curso le deja a su familia con un miembro menos, una novia completamente deprimida,y unos alumnos a la espera del sustituto.

No puedo decir que yo esté deprimido, aunque si siento mucho su muerte. Especialmente por el dolor que acarrea a su familia y seres queridos. No me voy a poner ahora a reflexionar sobre la muerte con comentarios “no somos nada”, “que pronto se lo llevó”, etc. La vida está para vivirla, de ella si se puede hablar, pero de la muerte creo yo se puede decir poco. Aprendí eso viendo el precio de una persona en las favelas de Sao Paulo, en el desierto de Somalia, y en las aldeas montañosas de Birmania.

Ya sé que no somos nada. Es por eso que no tenemos nada que perder en la vida.

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El corazón que pulsa nuestras vidas. Fuente: mejorconsalud.com
Desconfío de la gente que dramatiza la muerte, pero viven la vida de una forma inanimada. Parecen que esperan a que te mueras para expresar lo que sienten por ti, o sus conceptos más profundos de este mundo. Cuando se ponen a decir cosas transcendentales mientras velan al muerto, me doy cuenta del poco tiempo que dedican diariamente a pensar en lo que de verdad es importante.

Hay gente que se frustra con la muerte. “Era tan joven!”. Qué tendrá que ver. Ni la vida ni la muerte están aquí para satisfacernos por edades. Irnos antes o después no va hacernos más felices. “Podría a ver visto tantas cosas”. Por supuesto, con más tiempo más experiencias, pero tanto buenas como malas, no nos olvidemos. Justo ayer, dos horas antes de la noticia del fallecimiento de mi compañero, otro compañero mando una foto del nacimiento de su primer hijo. Todo el mundo a felicitar por whatsapp, y luego todo el mundo con sus condolencias. La vida es así, unos vienen y otros van.

Cuando mi abuela se queja tanto de la vida, y de que le gustaría morir, siempre la pregunto qué tiene la vida que la quiere dejar por voluntad propia. La pregunto si ella vino al mundo por voluntad propia tanto que quiere ir de la misma manera, y por qué cree que vino a este mundo. A la primera pregunta me dice, que la vida no es justa ni agradecida y por eso se quiere morir, a la segunda pregunta, obviamente, niega su protagonismo en la decisión de nacer, y a la última no sabe qué decir.

Yo la contesto que si no sabe por qué vino, tal vez esa era la meta de vivir. Y sino, si no vino para nada, no puede quejarse de que la vida no le haya dado nada. Cosa que dudo, porque la vida tanto como quita, pienso yo. No entiendo porque la gente sigue teniendo expectativas sobre la vida. No sé si es el consumismo o ese ideal occidental de que podemos conseguir cosas y retenerlas, como la felicidad, si sabemos como. Claro, cuenta te das cuenta que tú no eres parte de ese club de privilegiados, te sientes un ignorante o un fracasado. Creo que mi abuela se siente así. Pero no creo que mi compañero de trabajo cuando se le paró el corazón ayer se fuera decepcionado de este mundo. Creo que él estaba más centrado en lo que vino a dar, que en lo que vino a recibir.


Un beso a todos

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