miércoles, 3 de octubre de 2012

La Palma V. Santo Domingo de Garafía

Playa de Santo Domingo de Garafía. Fuente: www.la-palma-kanary.com.pl

Día 9-Agosto:

Con la primera luz del alba, desperté, y sin concederle tiempo a la pereza me preparé rápido, ese día iba a ser duro. Me faltaba comida, tampoco quedaba mucho agua en la botella, y faltaban barrancos que cruzar. Sin embargo, mi moral y actitud se habían vuelto más positivas y calmadas con el paso de los días, y eso hizo que no sufriera tanto durante la jornada.
Atravesé bosques preciosos, tramos muy áridos con alguna que otra casa aislada y rebaños de cabras que me miraban con suspicacia.

Por fin llegué a Santo Domingo de Garafía, y allí compré comida para varios días, y un pastel como regalo personal. Al colgarme la mochila, noté como el hambre me había jugado una mala pasada comprando tanto. Tras salir de la tienda, siendo las 14h, decidí encontrar el lugar donde comer y pasar lo que quedaba de día. Me indicaron que bajará a "la playa". 5km con una inclinación cercana a los 60º de camino... Llegué a unos acantilados muerto de cansancio y calor, pero llegué. Allí encontré casetas construidas por los aborígenes de la isla, anteriores a los conquistadores españoles, que habían sido remodeladas por pescadores y habitantes del lugar con el paso del tiempo. Las vistas eran maravillosas, con el mar de varios azules debido a las diferentes profundidades y vegetación del lecho marino. Me recordaba a las películas de piratas y corsarios. Tras comer y descansar un poco en un resquicio del acantilado, bajé hasta una piscina natural. Más que una piscina natural, parecía un escondite de sirenas para escapar de las olas en tiempos de tormenta. Algas submarinas, peces de colores, y una poza en el centro que invitaba a tirarte de cabeza cada dos por tres, eso era lo que allí encontrabas. Y para qué quería más!!. Volví a "mi sitio" e inspeccione el lugar para decidir donde dormiría llegada la noche. Observé que la mayor parte de cabañas estaban abandonadas, y a su vez, habían sido usadas como vertederos y baños imprevistos. De ellas brotaba un hedor insoportable y basura por todos lados. Una auténtica pena. Las cabañas ocupadas pertenecían a gente que las usaba como lugar de veraneo. tenían agua y luz que ellos mismos habían traído desde el pueblo con cables y tuberías. Me sorprendió un hombre, que vivía allí todo el año. De unos 40 años se le veía reservado y un poco gruñón. Vivía con dos perrillos que no dejaban de ladrar a todo extraño. Me pregunté si a pesar del esplendido paisaje y la pesca que allí pudiera encontrar, no se vería privado de necesidades sociales y humanas. Me pasé la tarde leyendo, viendo a los pescadores submarinos bucear, y dejándome observar por unas niñas que estaban veraneando en una de las cabañas con sus abuelos. Creo que tuvieron que flipar al verme llegar con mis pintas, y luego al verme mis preparativos para pasar la noche al borde del precipicio.

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