Puerto de Las Palmas de Gran Canaria. Fuente: www.gophoto.it |
Tras casi mes y medio de vacaciones,
volví a casa. Y lo digo al tiempo que suelto un respiro de descanso,
y es que por mucho que me gusta andar de un lado para el otro, al
final el cuerpo pide sentar el culo, y hacer algo de provecho.
Hablando en plata.
Aunque no soy uno de los bloggeros más
prolíficos de la red, reconozco que he echado de menos el no
publicar. Y a cada momento pensaba cuál sería la entrada "del
regreso". Durante mi estancia en La Palma, fui anotando en un
pequeño blog (de papel, no sospechéis de mi fidelidad al
bastondewillyfo) lo que me ocurría cada día. Siendo mi intención
sacar a la luz tales notas al regresar. Así, creo que siempre que no
tenga nada más que contar, en los días siguientes hablaré del
viaje que hice este verano, y quien sabe, tal vez incluso le coja el
gusto y continúe escribiendo sobre otros viajes que realicé. Pero
tranquilos, que más tarde o más temprano volveré a ser el mismo de
siempre, escribiendo de nuevo sobre otros pensamientos que me pasan
por la cabeza. Y es que, si por algo se han caracterizado estos dos
últimos meses para mí, han sido por los quebraderos mentales que he
tenido con algunas de las personas que me han rodeado recientemente.
Comencemos pues con mi relato del viaje
a La Palma (las personas citadas no aparecerán con su nombre real):
Día 2-Agosto
Me despedí de mis padres en el puerto
de Las Palmas de Gran Canaria, con miedo y malas sensaciones. Al
besarles, ni siquiera les miré a la cara, ya que sabía las lagrimas
que ello podría provocarme. Entré en el barco casi de sopetón,
como de sorpresa, y sin mirar atrás, fui directo a recepción para
preguntar por mi butaca. En el lugar reservado para las butacas, es
decir, para aquellos que por dinero no habíamos querido/podido pagar
un camarote, había una televisión emitiendo una película tras
otra, y varias pasajeros tumbados, ya que eramos cuatro gatos para
las decenas de plazas que había. Al cabo de 3,30h, tras la
inspección visual desde mi asiento del salón, decidí cambiar de
sitio y buscar un lugar donde cargar el teléfono. Al menos
escuchando música me distraía de mis pensamientos. No podía parar
de entrar en el email esperando encontrar un mensaje de Paula (la
chica que conocí a través de una red social de viajeros, y que en
principio accedió hospedarme y ayudarme durante los primeros días)
confirmándome la recogida en el puerto de Sta Cruz de La Palma.
Llegó la noche, a ritmo del vaivén que provocaban las olas en el
barco, sin poder romper con el miedo que me causaba no saber donde
iba dormir, ni comer durante los próximos 20 días. Todo el ánimo y
los planes que había hecho para disfrutar de mi caminata por la
isla, me parecían ahora mal organizados y hasta peligrosos. Solo
podía tratar de dormir, y esperar al nuevo día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario