Ayer escribí a una amiga de Brasil de
la que hacía tiempo no sabía nada. Casualmente se había acordado
de mí estos últimos días por una discusión que tuvo con un amig@
sobre el concepto de amar y querer. Recordó la diferencia que
defendí entre ambas cosas durante una charla que tuvimos sobre el
tema, y como lo repetía a todo el mundo que me daba la oportunidad
de hablarlo.
Pienso que el sentimiento de querer y
amar pueden compartir la misma dirección, pero la intensidad y el
modo de acción es completamente diferente. Hay personas que pueden
querer, pero no saben amar. Sin embargo no existen personas que sepan
amar sin antes querido. Me explico.
Querer es aquel sentimiento de
atracción que sentimos hacia alguien. Le queremos cerca, disfrutamos
con su compañía, y nos agrada vivir con ella. Es un sentimiento que
en su naturaleza lleva el vestido de la posesión, el toque de la
pasión, y el dinamismo que aporta la novedad. Luego, hay personas
que quieren de una manera y personas que quieren de otra, pero en
general creo que el hecho de querer nos ha traído como consecuencia
cada una de estos comportamientos en los que el amor se mezcla con lo
corporal.
Sin embargo a medida que crecemos, que
maduramos, y sobretodo a medida que nos damos cuenta lo peligroso que
resulta el apego en nuestras relaciones afectivas, algunas personas
mudan su concepto de amor. Ya no queremos; amamos. Vemos a la otra
persona como un ser libre que esta con nosotros no por las cosas que
tenemos o hacemos por ella, sino por como somos; y viceversa. El amor
abandona la tensión de la inestabilidad sentimental, para
convertirse a través de la libertad del individuo en una amistad
intensa que transvasa cualquier frontera humana. La distancia, los
problemas económicos, la enfermedad, e incluso la muerte, no pueden
ya separar a aquellas personas que se aman.
El amar trasciende el querer. Es algo
casi utópico. Y es que amar no solo requiere un aprendizaje del que
a veces no tenemos oportunidad, sino que también requiere una
voluntad especial para no "querer" más.
En mi caso personal, reconozco no haber
amado nunca a ninguna mujer. Pienso que aunque quise a varias, no
dispuse del tiempo para sufrir la transmutación de la que hablo. Sin
embargo, pienso que aquellos fracasos que tuve, además de las
oportunidades que no tuve (muy importantes de contar, pues habrían
cambiado el curso de la historia) me sirvieron para darme cuenta de
mi errónea manera de comportarme. Ya estoy cansado de los
sufrimientos masoquistas que implica el querer; ahora lo que quiero
es amar. Y aunque me quede mucho por aprender de las relaciones
amorosas, intuyo estoy en el camino apropiado. Pues el camino de la
libertad nunca puede dañarnos más de lo que estamos.
Reconocer el amor en el sentido de amar
sin querer, cuesta de creer. Muchos pensarán que no existe tal
manera de actuar, pero vemos muchos ejemplos día tras día: aquellas
acciones altruistas que tanto admiramos, realmente despiertan
admiración porque sabemos se realizan por amor en su estado puro.
Esas personas no quieren o gustan de su trabajo, sino que lo aman.
Utilizando el agua como metáfora del
amor, el río simbolizaría la manera de querer, y finalmente, el mar
simbolizaría la manera de amar.
Amar es una acción de conexión
extramaterial con el mundo. Como dije, supera los limites incluso de
la muerte, por tanto, es la fuente de la vida. Sé, que cuando
consiga vestir mi actitud diaria de esa manera, conseguiré descubrir
el significado de mi existencia y lo demás pasará a un segundo
plano.