lunes, 9 de enero de 2012

Manual del problemático

Los problemas son algo inherentes a las relaciones humanas. Las confusiones, los malentendidos, las tensiones, las discusiones, etc. Lo que diferencia unas relaciones de otras, son las personas y su modo de llevar el problema una vez que se presenta. Esa conducta a posteriori provoca o un bienestar final que fortalece mis relaciones con las personas, o un daño unas veces irreversible y otras agudo y persistente. Mi actitud frente a ellos es variable como variables han sido las personas que he conocido:

En ocasiones, dejo correr el tiempo, pensando que el problema se dejará llevar por la misma corriente. Digamos que ni me planteo plantear el problema. Hago como que no existe... y así claro, no deja de "irse". No me daña esta actitud, si el problema no es importante, o si solo tomase esta decisión con este problema en concreto... pero la cosa se complica, como normalmente ocurre, si el problema es grave (se acaba transformando en un trauma, que limita mi relación) o si tomo esa actitud como norma con cada problema que aparece en el camino (la "botella" se va hinchando, y acaba por explotar... desafortunadamente, suele ocurrir en presencia de civiles ajenos a mi guerra interna). 

Otras veces, opto por la conducta cansina de la exageración: creo una montaña partiendo de un grano de arena. Es decir, de una tontería que me dijeron y no entendí bien, busco explicaciones complicadas que acaban concluyendo en que aquello es un ataque personal o un problema de base en mi relación con la otra persona. A veces incluso llego al punto de pensar que es un problema de base con ciertos tipos de personas, logrando crear en mí un determinado prejuicio que me conduce a la apatía o furia con esas personas en las que reconozco o escucho esa tontería, esa montaña de pedruscos que creé para mí. El daño en este caso pasa a ser una sorprendente inestabilidad de mis relaciones, un carácter gruñón e impaciente, y una cara que se transforma en la de un perro guardián siempre a la defensiva.

Puedo también ser un orgulloso, de los que reconoce el problema, quiere hablar de ello para encontrar solución, pero no piensa ser el primero en llamar al otro/a, o aceptarse como parte del problema: decido esperar a que tú me llames, y tú pidas perdón o reconozcas que el malentendido fue tuyo. Mi actitud fue la justa y lógica, y sino entiendes eso, es porque aún no lo ves claro o peor aún, no quieres verlo claro. Mi modo de hablar se convierte en un cuchillo que no permite conversar, y solo consigue atacarte para ver como te enfundas la armadura que provoca mi ira, o finalmente te agujerea el alma haciendo sangrar no solo la tuya sino también la mía.

He llegado a puntos en los que intercalo esas actitudes en el tiempo con un mismo problema, provocando el desconcierto de los demás e incluso el de mí mismo: hago que no existe ningún problema entre nosotros, luego me siento super mal y triste porque veo que es más grave de lo que en un principio pensé, y finalmente no acepto una vuelta atrás sino es con tu arrepentimiento claro, y si puede ser, público.

La mejor actitud frente a los problemas imagino que está, como Sócrates dijo, en el equilibrio. Creo que sí, que debo relajarme frente a problemas que no tienen importancia o en los que no puedo hacer nada por cambiarlos porque no están en mi mano, debo dejarlos pasar y aceptarlos como parte de la vida y relación con esa persona/as. Creo que también debo ser más insistente conmigo mismo y con aquellos que me rodean, cuando el problema me afecta profundamente y me causa daño, buscando explicaciones y consejos en mí y en los demás para saber como sobrellevarlos. Y por supuesto, debo concienciarme que cuando dos personas deciden hablar para solucionar un problema, la conversación debe ser tranquila e ir en busca de las cosas en común que tenemos, y no de las pequeñas diferencias que nos separan. Que en caso de ser grandes esas diferencias, se pueden hablar sin atacar, con la simple intención de dejar claro aquello que me molesta, no con la intención de provocar el daño que sufrí a la persona de enfrente: eso nunca me sirve de nada.

Un abrazo a mis padres, a mis amigos y a aquellas otras personas que tienen que aguantarme durante nuestros ocasionales contratiempos... a fin de cuentas, sabéis que os quiero mucho :)

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