No recuerdo bien desde cuando sueño con el África negra.
Tal vez fuese desde los 8 años, cuando me regalaron el libro Las Minas del Rey Salomón, y las aventuras descritas en suelo negro me hiciera fantasear con el continente vecino.
Quizás fue aquella experiencia mística que sentí al escuchar la canción de Salif Keita, Tomorrow, banda sonora de la película Ali... Me invadió una tristeza y rabia aterradoras, provenientes de un pasado inexistente, que me hizo romper en un llanto incontrolable. Mi madre, para colmo, acababa de contarme historias sobre vidas pasadas, y tras sucederme aquello, imaginé que yo tendría que haber vivido y sufrido traumas allí.
Puede que también influyera mi gusto por la música negra. El hiphop, R&B, soul, jazz, reggae... y más tarde, folklore procedente de Ghana, Malí, Nigeria...
Grandes películas como Sometimes in April, Shooting dogs, Tsotsi... Personajes como Lumumba, Cabral, Mandela, Sankara...
No recuerdo bien desde cuando sueño con el África negra.
Solo sé que ahí está ese deseo desde años atrás, y sabía que un día llegaría mi oportunidad. Puesto que la mente es la predecesora de los hechos que nos suceden, sabía que mis ensoñaciones mentales obtendrían realidad en el futuro.
Desde que regresé de Brasil sentía en mi interior la llegada de esta oportunidad. Me preparé a conciencia, personal y profesionalmente. En el último trimestre, al acabar la universidad y marcharme a Portugal como voluntario en una granja orgánica, incluso definí la linea profesional que quería seguir: quiero trabajar con personas, en un entorno natural. Educar en valores y sostenibilidad. De ahí que uno de los personajes que idolatro sea Wangari Maathai.
Y llegó el día. La semana pasada fui contactado por una fundación de EEUU que lleva una escuela secundaria cerca de Hargeysa, en Somaliland, región que se independizó unilateralmente de Somalia hace 23 años. A pesar de su mayor estabilidad política y militar, y su mayor desarrollo económico respecto al sur, reconozco que por su cercanía al conflicto somalí, no la hace un destino muy atractivo. Sé que pueden pasarme cosas que en Madrid no sucederían. Pero también sé que las cosas que puedo aprender allí, no las tengo aquí.
Ha sido un fin de semana muy duro de despedidas. Tanto mi abuela, como algunos de mis amigos han sentido el miedo que me invade la incertidumbre del viaje, manifestándose con lagrimas. Ahora me encuentro en Las Palmas, visitando a mis padres 5 días antes de marcharme por un año a territorio somalí.
Espero obtener fuerzas y afrontar con valor lo que me espera. Espero ser un buen profesor de ciencias para esos chicos, y un buen alumno de su mundo. Espero mejorar como persona, y andar con energía el camino que tengo a mis pies.
Hasta pronto! La próxima entrada será desde suelo africano :)
¡Mucha suerte, que vaya muy bien!
ResponderEliminarGracias Rita :)
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