viernes, 3 de mayo de 2013

Tapas de primavera

Recuerdo la fiesta de primavera en Barcelona. Era una fiesta propia de nuestra facultad, pero como suele pasar en las fiestas universitarias, vino gente de otras facultades, universidades, etc. Durante todo el día se estuvo sirviendo cerveza, sangría, y realizando juegos de todo tipo, así como conciertos de bandas locales. El ambiente era genial, y aunque me había prometido ir por lo menos a unas de las clases de aquel día, finalmente desistí, y me quedé de farra.

Podéis imaginar la cantidad de feromonas que flotaban en el ambiente. No solo porque allí eramos todos jóvenes con ganas de pasarlo bien, sino que además, la bebida y el calor ayudaban bastante a "encender el fuego". Yo no paraba de fijarme en unas y en otras, pero no terminaba por decantarme. Finalmente, conocí a una chica con una larga falda blanca de tela fina, pelo largo y tirantes negros.

Enseguida unimos puente con nuestras miradas y comenzamos a conversar tras presentarnos el amigo del amigo del hermano de la prima... La conversación fluía, había feeling. Derrochaba sensualidad con cada gesto. Pero al ver la hora me di cuenta que llegaba tarde a otro encuentro. Le di mi contacto y con una caricia sutil en su espalda, me despedí.

Al día siguiente me escribió. La contesté lo mucho que echaba de menos el tapeo de Madrid. Casualmente se celebraba una feria de tapas por Grácia (hehe) así que me ofreció dar una vuelta y probar. No me lo pensé dos veces.

Al principio andábamos algo cortados, pero pronto comenzamos a conversar. Todo iba genial, y al cabo de 4 cañas ya sentía al alcohol vitorear en mi cabeza. Esta vez, ningún reloj se iba a interponer en mi camino: comencé los acercamientos. Cuando quiso darse cuenta me tenía a menos de 30 cm. Para sorpresa mía, apretó su cadera contra mí sonriendo de forma pícara (¿quién estaba ligándose a quién?). Dije un par de cosas cerca de su oreja, y cuando notó mi aliento en su cuello comenzó a rozar sus vaqueros contra los míos.

15 minutos más tarde entrabamos en su portal besándonos y quitándonos la ropa de manera brusca. Decidimos parar, terminar de subir las escaleras y tratar de no hacer ruido una vez dentro del piso (lo compartía con otros 2 estudiantes). Ya en su cuarto, no me tenía en pie del calentón que llevaba. Hacía meses que no probaba bocado y sus manos se movían rápido por mi piel. Comenzó a bajar sus labios por mi cuello, continuo bajando por mi pecho, y más abajo, cambio su mano por su boca. Tuve que mirar a otro lado para demorar lo que estaba por venir.

La levanté, y cuando me disponía a devolverle el trato recibido, me sujeto la barbilla y me pidió que la penetrase. No me hice esperar: me puse el condón, y se la metí suavemente. Una vez llegué hasta el final, dejó escapar un suspiro que alentó a mis caderas. Una, dos, tres... las sacudidas se fueron sucediendo. Sus manos se entrelazaron en mi espalda, tiro de mis rastas y me apretó contra su cuerpo. Casi no tenía recorrido para seguir penetrándola.

De repente, me hizo perder el control cuando arañándome las nalgas se puso a chupar el lóbulo de mi oreja. No aguanté más y me corrí sin darle tiempo a ella.

Sudados en su cama, ambos sabíamos que la cosa podía haber terminado mejor. Me levanté para ir al baño y secarme el sudor. La dije que me esperase que la noche no había acabado todavía. Al regresar, se había quedado dormida. Vaya tela.

No me lo podía creer. Yo, que acababa de correrme tras haber estado moviéndome de delante a atrás durante un rato, estaba con un calentón increíble. Y ella, que hacía unos minutos gemía cual loba en celo, se había quedado dormida sin haber llegado a disfrutar del todo. No era lógico. Me acosté pensando en el polvo mañanero. Cerré los ojos y traté de dormir. Pero nada: no quería dormir, ni quería quedarme allí. Al cabo de unos minutos comencé a deslizar mi brazo hasta la hendidura de su cuello, y posteriormente pasé mis piernas por encima suya.

Cogí mi ropa y me vestí en el baño. Ni siquiera apagué la luz de la habitación para que no notase diferencia. Salí de la casa cerrando suavemente la puerta, preguntándome si irme de esa manera estaba bien. De ahí, que intentó abrir la puerta del portal y está cerrada: manda cojones. Me había quedado encerrado en aquel portal, y no me quedaba otra opción que despertar a la chica por el móvil.

Su cara, saliendo de la casa con una toalla para abrirme la puerta del portal, viendo como me había marchado sin "terminar el trabajo" y sin ni siquiera decir adiós, os aseguro que no tenía precio. El mío, me figuro que tampoco.

Para colmo, cuando llegué a mi casa de madrugada, me di cuenta que también me había dejado un collar y la palestina.

2 comentarios:

  1. Dios castiga jajajaja
    Mira que irte de esa manera muy feo... Y aun que la chica bajo abrirte si llego a ser yo te esperas a que baje un vecino.
    Ayyy que desastre!jajjaja

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    1. Pufff no veas, de las veces que más vergüenza he pasado. Cuando tuve que quedar con ella a los dos días para que me devolviera el collar y la palestina, no podía mirarla a los ojos. Y ella tan contenta, invitandome a cañas xD

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