martes, 28 de mayo de 2013

El minutero y las muletas

Tercer día en casa con muletas. Sin poder ir al trabajo ni a la universidad. Sentado todo el día, con la rodilla extendida esperando a que se cure por 3ª vez en los últimos 3 meses.

Solo en casa, sin ruido de nadie, veo las horas pasar. Literalmente. Fijo los ojos al reloj del salón, y con el libro que tanto me está costando leer sobre mis manos, pienso y repienso con la mirada perdida en el minutero.

Me pregunto cuando volveré a hacer deporte con normalidad. Recuerdo como antes practicaba todos los días, el tiempo que fuese, y luego no quedaban rastros de lesiones, sobrecargas o agujetas.

Me pregunto si me dará tiempo a terminar el Proyecto Fin de Carrera a tiempo para exponerlo en la convocatoria de septiembre.

Me pregunto qué habrán dicho de mí las dos compañeras quisquillosas que tengo en el trabajo, al ver que faltaba por segundo día consecutivo.

Me pregunto, especialmente hoy, por qué no consigo comunicarme con mi hermana, ni ayudarla. Por qué he dedicado dos horas esta mañana a escribirla una carta donde le cuento lo qué pienso de ella y lo ocurrido el fin de semana, cuando vivimos en la misma casa, y dormimos en habitaciones tan solo separadas por un tabique.

Me pregunto qué será de mí a nivel profesional, y sobretodo, a nivel personal.


Ni contento ni triste, hoy solo pienso. Pienso y expulso esas preguntas, cuál humo de tabaco, a un reloj indiferente a los acontecimientos que le cuento.

  

sábado, 25 de mayo de 2013

La senda natural

Me pregunto muchas veces el sentido de mi vida y lo que hago en ella. Me pregunto qué sentido tiene mi existencia, para qué estoy aquí, y por qué voy a trabajar en esto o en aquello. Cuál es el fin, o el baremo de criterios a elegir una cosa u otra... Vivo triste y frustrado.

Hace unos días terminé el libro de Masanobu Fukuoka "La senda natural del cultivo", tras haberme leído en verano su obra "La revolución de una brizna de paja". Ambos tratan métodos de agricultura sostenible y orgánica. Pero van más allá, pues no solo describe los métodos y las técnicas, sino que apoya tales decisiones con argumentos propios de la filosofía zen oriental y del conocimiento holístico, buscando la verdad a través de una mirada profunda.

Ayer por la noche, vi la película "The end of the line", crítica al modelo de pesca actual mayoritario que merma nuestros océanos y genera graves consecuencias medioambientales (pérdida de ecosistemas), sociales (migración) y económicas (desempleo). En el documental, además de expertos en biología marina, economistas, y sociólogos, salió un pescador artesanal de Bahamas. El chico no tendría más de 30 años, pero cuando hablaba, parecía tener 50. Era tranquilo, vestía holgado, con sus rastas recogidas en un turbante, y parecía feliz. Nada que ver con los tíos que veo en el cercanías de las 8h.

Tanto el agricultor japonés, como el pescador de Bahamas, basaban su vida en la integración con la Naturaleza. Masanobu consideraba que nada de lo que el hombre pudiera hacer podía igualarse con Ella, por tanto, solo nos queda vivir según sus designios y compartir nuestro espacio con el resto de seres. Para él, eso es lo más inteligente, pues siglos de evolución no pueden dar nada más sabio que lo hay a nuestro alrededor. Pensar, que nosotros, viajeros recién llegados a este mundo, podemos inventar algo o modificarlo produciendo beneficios grandes y rápidos, solo es muestra de nuestro ego, o nuestra ignorancia, pues no tenemos capacidad para igualar a la Naturaleza.

Siguiendo sus palabras, el hombre moderno trata de conocer el mundo a través de la discriminación. Categorizamos, seleccionamos, dividimos, diferenciamos... De este modo, si antes había 2 ramas del conocimiento, luego se dividieron en 4, más tarde a 8, posteriormente a 16... Cualquier estudiante sabe de lo que hablo. Hoy en día, hay especialistas para cada ámbito. Demasiadas cosas para conocerlas todas en su conjunto.

De este modo, remarca el escritor y agricultor japonés, la Naturaleza no discrimina, es inmensa. Por tanto, nosotros no deberíamos trabajar para explicar cómo es (es imposible debido a su inmensidad) o inventar nuevas cosas (imitaciones humana de lo que ya existe). "Pero ¿si ya está todo inventado? ¿qué tiene sentido?" Nuestra labor será la de formar parte de esa Naturaleza e integrarnos con los demás seres. Conectando con el mundo, conectaremos con nosotros mismos y desvelaremos los misterios de la vida.

No somos felices, no sabemos quienes somos y para qué estamos aquí, porque no formamos parte de ese todo. De la Naturaleza de la que nacimos. Andamos perdidos en nuestras ciudades de cemento y luces buscando nuestro lugar en el mundo a través del dinero, la fama, la comida, la juventud eterna... pero al poco, nos queda ese vacío insoportable que vuelve a azotarnos con soledad y dudas.


Siento que he de regresar al mundo real. A la Naturaleza. Y desde allí, trabajar por mi felicidad a través de la integración con el lugar que me rodea.


sábado, 18 de mayo de 2013

Calavera no llora


Ayer fui al concierto de Manu Chao en Rivas, y debo decir que fue increíble. Una de esas veces que un artista, sea músico, pintor, escritor, bailarín... te toca el alma. Eso fue exactamente lo me ocurrió ayer con Manu Chao: me tocó el alma.

No puedo explicarlo de manera objetiva. No es un cantante con una voz poderosa, ni el único artista que escribe letras comprometidas. Sin embargo, es de esas personas que cuando la escuchas hablar y/o la miras, te transmite cierta armonía. Positive vibration como se dice en el mundo reggae.

Me ha ocurrido ya con otros personajes que he visto en entrevistas televisadas, o incluso en persona, y la sensación de bienestar que me recorre siempre en la misma. Consiguen que me olvide de los problemas tontos que me agobian. Hacen que me relaje y deje a la vida seguir siendo esa aventura intrépida que merece. Me recuerdan que solo soy un actor más de esta comedia, y no debo asustarme ante el futuro, o vivir en el pasado.

Ciertamente el acontecimiento de ayer no ha podido llegar en un momento más oportuno. Desde que volví a Madrid, ando triste, en general. Agobiado pensando que haré cuando acabe los estudios, y estresado por causa del trabajo y la universidad. Paso muchas horas fuera de casa, en cosas que no me terminan de gustar, a las que no me quiero dedicar, y que muy probablemente, no puedan servirme para algún día ejercer lo que deseo (al menos ya no lo tengo tan claro). Además, en los últimos meses he perdido muchas amistades importantes, es decir, me he dado cuenta que los dos años que pasé en el extranjero han acabado haciendo mella, añadiendo un dolor adicional a mis días. Especialmente los fines de semana.

Todo eso llevo sintiéndolo hace tiempo, y así se lo contaba a mis padres aprovechando las dos semanas que han estado por casa. He podido disfrutar mucho de su compañía, y hoy, gracias al concierto de ayer, me han despedido viendo en mí un ánimo renovado. Qué capacidad tiene la música de despertar ciertos sentimientos!

Soy de los que cree en el destino, en el dharma, en que todos venimos a aprender algo determinado en esta vida, y de ahí, que muchas personas que conocemos y acontecimientos que vivimos no sean por casualidad. En parte, creo que el concierto de Manu Chao fue algo de ese estilo.
Apenas le conocía hace un mes. Solo sabía que era famoso, tenía muchos discos y conciertos a sus espaldas, era de Francia pero con origen español... Y las famosas canciones "Me gustas tú" y "King of the bongo". Sin embargo, cuando hace unas semanas una amiga me dijo de acompañarla al concierto, pensé que era buena idea. Hoy me he pasado la tarde informándome sobre su vida, escuchando de nuevo las canciones de ayer (duró 2,30h el concierto!! tened en cuenta que tiene 52 años!!), viendo documentales, videoclips...

Me quedo con algunas frases que siempre lleva como emblema:

"Pasé lo que pasé, sea como sea, siempre a tu manera"

"La malegría, es la defensa de la risa por encima de las lágrimas. Esa capacidad de conseguir aliviar la tristeza con rayitos de alegría...hay que saber verlos... Muchas veces los más afortunados cuando llegan las tristezas se hunden, pero la gente que está acostumbrada a vivir cada día con lo difícil, con la tristeza, con los problemas, consiguen pasear de rayito de alegría en rayito de alegría... es necesario para seguir andando"



domingo, 12 de mayo de 2013

Huída a África


El jueves pasado quise aprovechar la huelga de educación para no ir a la universidad, salir más tarde del trabajo recuperando horas debidas, y apuntarme a la manifestación. Sin embargo, durante la jornada encontré un evento en el que estudiantes africanos erasmus iban a dar una charla sobre sus proyectos de máster. Entré en duda sobre qué hacer esa tarde... Me acerqué a la mani, pero al estar solo, dolerme la rodilla (me lesioné hace unas semanas el ligamento cruzado) y brincar por mi cabeza la charla de los erasmus africanos, me decanté por esta última opción.

Llegué puntual, y al entrar en la fundación donde se iba a desarrollar la charla me encontré un gran público: únicamente yo. No sé quien se sorprendió más, si ellos de verme allí, o yo por ser el único asistente. Eramos 7 personas, 5 estudiantes, la chica de la fundación que les ayudaba a organizar el taller, y yo.

La exposición no fue como esperaba. Aunque cada uno de los chicos ponía mucho de su parte, reconozco que el contenido del taller me aburría un poco. Hablaron de la organización de la biblioteca de la embajada camerunesa, la humedad relativa de la región suroeste en Senegal... Temas específicos que sin una base previa, no consigues empaparte.

Empecé a preguntarme qué pintaba yo allí. ¿Había ido por que realmente me interesaba lo qué tenían que decir, o simplemente porque la charla la daban unos africanos? ¿me gusta África o estoy obsesionado con ella?

En los últimos años me he rodeado de todo lo relacionado con el continente negro: libros, películas, música, periódicos, blogs... incluso puedo reconocer, que la única chica con la que he tratado de mantener una relación estable, tiene sus raíces en África. "No hay ningún problema en todo eso" pensareis, pero es que ya no sé si me envuelvo en esa atmósfera porque así lo quiero y siento, o porque es una manera que tengo de huir de mi realidad cotidiana.

Recuerdo a los adolescentes africanos que conocí en Barcelona durante un voluntariado. Cómo se habían hecho una idea utópica de lo que era Europa: videoclips en la MTV, la Premier League, pasarelas de cine, Prada, Dolce&Gabbana, Mercedes, BMW... al llegar aquí, no solo se dieron cuenta que nunca llegarían a ser futbolistas o cantantes, sino también que ninguno de los que aquí habíamos nacido teníamos una ligera posibilidad. Se sentían frustrados y acabados. No solo les dolía no poder participar de aquel sueño, sino el hecho, de que no existiera como tal. De que los sueños, sueños son.


Tal vez me esté sucediendo a mí lo mismo. Tal vez sueño con viajar a un mundo tropical, lleno de parajes exóticos y gente sonriente, donde todo sea alegría y baile. Donde yo sea una pieza fundamental en el devenir de mis futuros vecinos, y encuentre una mujer que me llene de pasión y felicidad... Soñar todo eso, quizás me esté privando de otros conocimientos o placeres presentes. Tal vez llegue un día, en el que como mis amigos africanos se rompa mi sueño, y me lleve las manos a la cabeza cuando vea que esa fantasía no existe. Que nadie ni nada me va a solucionar la vida sino soy capaz de aceptarla tal y como es, con sus más y con sus menos, haya donde me encuentre.

Viajar a África lo considero ya parte de mi destino. Lo añado a mi tarjeta de presentación cuando hablo con alguien. Como aquel que aspira a tener una empresa, ser profesor, o dedicarse a la agricultura, yo digo que quiero trabajar en África. Hasta el punto que deja de importarme la función que llevaría a cabo. Solo parece interesarme el destino. Y cuando me doy cuenta de todo eso, pienso si no estaré cometiendo un gran error.

martes, 7 de mayo de 2013

No escribiras en balde


Comencé este blog en agosto de 2010. Cuando salía de casa para pasar un año fuera (que luego se convertirían en dos). Como otros, lo creé con el objetivo de contar mi vida. Contar las cosas que me pasaban por la cabeza, y probablemente, ver si atraía atención ajena; como muchos internautas habían conseguido conmigo. Una de las primeras condiciones: el anonimato: aquellos que quisieran leerme lo harían por mis textos y no porque me conocieran en la vida real. Sin embargo, el poco éxito obtenido, y la lengua tan larga que tengo, me hicieron finalmente pasar el blog a algunos amig@s íntimos.

No tenía claro de que iba a hablar en mis primeras entradas. Pero sabía que no me iba a costar: siempre tengo cosas que decir, y desde muy pequeño me ha gustado escribir.

Recuerdo los veranos, cuando mi madre me obligaba a hacer resúmenes del libro que tocase esas vacaciones. Todo para ayudarme a mejorar mi comprensión y mi expresión (como soy muy nervioso, tenía problemas para escuchar, para entender lo que leía, para hablar...). Con 8 y 9 años, gané dos concursos locales de cuentos. Más tarde, en la pubertad, comencé a escribir poesía, y ya en la adolescencia, me enganché al hip-hop.

Esa herencia dejó que muchas de mis primeras entradas fuesen textos abstractos, muy sentimentales, y según algunos amigos míos, ininteligibles. A ellos, les resultaba bonita mi manera de escribir, pero no entendían una mi...rda. Traté entonces de ser más concreto (tenía que cuidar la poca audiencia que tenía), y sentar los pies en la tierra. Incluso amplié las temáticas para captar mayor atención: viajes, política, sexo...

Por el camino, envidiaba a aquellos bloggers que conseguían sacarme una sonrisa. No es que me considere un chico aburrido, pero reconozco que el humor no es lo mío a la hora de escribir.

Pensé varias veces en abandonar el blog. A fin de cuentas, me entristecía no tener nunca comentarios ni visitas. Además, muchos de mis textos dejaban de gustarme a los dos días, y me costaba escribir todas las semanas (objetivo inicial).

Cuando inicie mi tercer intercambio, en Barcelona, tuve varias entradas dedicadas a la política. Pero no quise que el que había nacido como un blog de ámbito personal se transformase en debate. Así que trasladé sus contenidos a otro blog.

Hace un par de meses, una blogger me dio a conocer en una de sus entradas. De no tener comentarios, ese día y algunos posteriores llegué a ver 4-6. Los seguidores se multiplicaron por 3, y las visitas llegaban de todas partes. "No es para tanto" pensaréis, pero fue lo que siempre había deseado: público. Lo malo: si antes quería ganar lectores, ahora también le sumaba no decepcionar a los recientes.

Desde entonces, he escrito varias entradas un tanto malas. Me traiciona esa pequeña fama ganada (Dios me libre de llegar a más!). Entradas donde no cuento mis "dolores" de cabeza, o los vaivenes de mi realidad cotidiana.

Sigo a la deriva, debe ser. Preguntándome para qué escribo, para quién, y si lo hago cómo realmente quiero. Me preocupo mucho por vuestra opinión. De ahí, que cambie mi manera de escribir, y los temas que antes trataba. Y además, doy unas expectativas al blog que nunca conseguirá alcanzar.

Verdaderamente: nuestra relación, como está, tiene que acabarse. Si decido escribir un blog personal he de hacerlo con todas las de la ley: dejándoos a un lado, y centrándome un poco más en mí. Así que, de ahora en adelante prometo ser sincero, pase lo que pase entre nosotros.

viernes, 3 de mayo de 2013

Tapas de primavera

Recuerdo la fiesta de primavera en Barcelona. Era una fiesta propia de nuestra facultad, pero como suele pasar en las fiestas universitarias, vino gente de otras facultades, universidades, etc. Durante todo el día se estuvo sirviendo cerveza, sangría, y realizando juegos de todo tipo, así como conciertos de bandas locales. El ambiente era genial, y aunque me había prometido ir por lo menos a unas de las clases de aquel día, finalmente desistí, y me quedé de farra.

Podéis imaginar la cantidad de feromonas que flotaban en el ambiente. No solo porque allí eramos todos jóvenes con ganas de pasarlo bien, sino que además, la bebida y el calor ayudaban bastante a "encender el fuego". Yo no paraba de fijarme en unas y en otras, pero no terminaba por decantarme. Finalmente, conocí a una chica con una larga falda blanca de tela fina, pelo largo y tirantes negros.

Enseguida unimos puente con nuestras miradas y comenzamos a conversar tras presentarnos el amigo del amigo del hermano de la prima... La conversación fluía, había feeling. Derrochaba sensualidad con cada gesto. Pero al ver la hora me di cuenta que llegaba tarde a otro encuentro. Le di mi contacto y con una caricia sutil en su espalda, me despedí.

Al día siguiente me escribió. La contesté lo mucho que echaba de menos el tapeo de Madrid. Casualmente se celebraba una feria de tapas por Grácia (hehe) así que me ofreció dar una vuelta y probar. No me lo pensé dos veces.

Al principio andábamos algo cortados, pero pronto comenzamos a conversar. Todo iba genial, y al cabo de 4 cañas ya sentía al alcohol vitorear en mi cabeza. Esta vez, ningún reloj se iba a interponer en mi camino: comencé los acercamientos. Cuando quiso darse cuenta me tenía a menos de 30 cm. Para sorpresa mía, apretó su cadera contra mí sonriendo de forma pícara (¿quién estaba ligándose a quién?). Dije un par de cosas cerca de su oreja, y cuando notó mi aliento en su cuello comenzó a rozar sus vaqueros contra los míos.

15 minutos más tarde entrabamos en su portal besándonos y quitándonos la ropa de manera brusca. Decidimos parar, terminar de subir las escaleras y tratar de no hacer ruido una vez dentro del piso (lo compartía con otros 2 estudiantes). Ya en su cuarto, no me tenía en pie del calentón que llevaba. Hacía meses que no probaba bocado y sus manos se movían rápido por mi piel. Comenzó a bajar sus labios por mi cuello, continuo bajando por mi pecho, y más abajo, cambio su mano por su boca. Tuve que mirar a otro lado para demorar lo que estaba por venir.

La levanté, y cuando me disponía a devolverle el trato recibido, me sujeto la barbilla y me pidió que la penetrase. No me hice esperar: me puse el condón, y se la metí suavemente. Una vez llegué hasta el final, dejó escapar un suspiro que alentó a mis caderas. Una, dos, tres... las sacudidas se fueron sucediendo. Sus manos se entrelazaron en mi espalda, tiro de mis rastas y me apretó contra su cuerpo. Casi no tenía recorrido para seguir penetrándola.

De repente, me hizo perder el control cuando arañándome las nalgas se puso a chupar el lóbulo de mi oreja. No aguanté más y me corrí sin darle tiempo a ella.

Sudados en su cama, ambos sabíamos que la cosa podía haber terminado mejor. Me levanté para ir al baño y secarme el sudor. La dije que me esperase que la noche no había acabado todavía. Al regresar, se había quedado dormida. Vaya tela.

No me lo podía creer. Yo, que acababa de correrme tras haber estado moviéndome de delante a atrás durante un rato, estaba con un calentón increíble. Y ella, que hacía unos minutos gemía cual loba en celo, se había quedado dormida sin haber llegado a disfrutar del todo. No era lógico. Me acosté pensando en el polvo mañanero. Cerré los ojos y traté de dormir. Pero nada: no quería dormir, ni quería quedarme allí. Al cabo de unos minutos comencé a deslizar mi brazo hasta la hendidura de su cuello, y posteriormente pasé mis piernas por encima suya.

Cogí mi ropa y me vestí en el baño. Ni siquiera apagué la luz de la habitación para que no notase diferencia. Salí de la casa cerrando suavemente la puerta, preguntándome si irme de esa manera estaba bien. De ahí, que intentó abrir la puerta del portal y está cerrada: manda cojones. Me había quedado encerrado en aquel portal, y no me quedaba otra opción que despertar a la chica por el móvil.

Su cara, saliendo de la casa con una toalla para abrirme la puerta del portal, viendo como me había marchado sin "terminar el trabajo" y sin ni siquiera decir adiós, os aseguro que no tenía precio. El mío, me figuro que tampoco.

Para colmo, cuando llegué a mi casa de madrugada, me di cuenta que también me había dejado un collar y la palestina.