jueves, 22 de marzo de 2012

La inutilidad del enfado


Llegando al metro, vi 2 mujeres mulatas mirando de manera preocupada las escaleras que tenían que descender, con aquellas pesadas maletas de viaje que sostenían sus brazos. "¿Queréis que os ayude?" pregunté, una de ellas me dirigió una mirada llena de agradecimiento pero fue su compañera, de forma veloz, quién respondió "Oissh sí, pega esa, mi amor", señalándome la maleta más grande. Acto seguido, comenzó a bajar las escaleras ella sola. Casi me echo a reír, pues mi idea no era hacer de "botones", sino simplemente ayudarles. Pero no hizo falta aclarar mi ofrecimiento, pues la mujer que en principio me había obsequiado con su mirada, comenzó "como se te ocurre tratarle así al chico! él cogerá de un lado y tú del otro!". Asentí con la cabeza, agarrando de un lado y mirando a su compañera para que subiera de nuevo las escaleras y cogiera del otro lado.

No sé sí le sentó muy bien, porque al subir y coger del otro lado de la maleta, y justo cuando yo la levantaba de mi lado, "se le escapó" el suyo, y la maleta se me cayó encima. De nuevo me sentí con ganas de "reír": me había cortado el dedo con la rueda de la maleta, sangrando, por no hablar del dolor que me hizo. Aún con eso, decidí ayudarles a bajar las maletas. Una vez terminado la tarea, me despedí de ellas, entre disculpas y agradecimientos de la primera, y un par de "gracias" indiferentes de la segunda. Comportamiento absurdo pienso, de esta última.

En esto que llego al vagón de metro y abro un libro para leer de camino a la universidad. A mi lado, escucho a dos mujeres mayores criticando bajito, lo mal que se comportan los inmigrantes, lo poco que respetan nuestra cultura, como ha subido la delincuencia desde que somos uno de los países de Europa con más recepción de inmigrantes... Pienso en los pobres inmigrantes adolescentes con los que hago el voluntariado los viernes, y me da rabia.

Llego a la estación donde tengo que intercambiar de linea, y resulta, no solo que aquellas dos mujeres mayores me acompañan en dicha estación, sino que están haciendo un control de billetes los revisores. Cuando voy a pasar por el control detrás de las dos mujeres, me sorprende verlas como intentan esquivarlo. Los revisores las pillan y al preguntarlas por el billete, lo que me temía: ambas no lo habían comprado. Comienzan las excusas: "no si lo íbamos a comprar ahora después". Menuda actitud más ridícula, pienso.

Pero qué hago ante estas situaciones, ¿me cabreo? No hay necesidad de hacerlo. Enfadarse está comprobado que debilita el sistema inmune, acorta la vida, favorece el riesgo de enfermedades cardiovaculares y es más, supone el peor estado de ánimo para caminar por la vida. Mejor no me enfado. No me conviene.

Mejor voy a intentar tomarme a las personas como espejos. Todas ellas me muestran comportamientos que yo mismo podría desarrollar, así que voy a intentar permanecer atentos a ellas, y elegir cuáles quiero para mí y cuáles no. Así podré aprovechar cada nuevo encuentro, sin que ninguno de ellos me afecte de manera negativa ni me supongan un paso atrás.

Las malas acciones no merecen de mi tanto como para llegar a enfadarme.

4 comentarios:

  1. Aunque he soltado unos cuantos eres tú xD, me ha gustado mucho esta entrada! ;)

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    1. Jaja t aseguro que yo tambien me reí al recordar lo que escribía, gracias por comentar! :)

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  2. Dios! ¿ Te has hecho budista ?. A menos tenéis la mismita filosofía, al menos en cuanto a la Ira se refiere.

    Pd.- El mejor recuerdo que tengo de mis 62 días en Bristol fue protagonizado por alguien con el mismo impulso altruista que tú, en una situación parecida: metro de Londres, yo recién llegada, intentando caminar sepultada bajo los bultos que cargaba desde el aeropuerto, con visibles dificultades desde que el asa de la maleta de 30 Kgs se rompió, frente a una empinada escalera de decenas de escalones. De pronto, un amable y joven ejecutivo apareció de la nada y en un par de saltos subió la maleta hasta arriba.
    Creo que apenas tuve ocasión de darle las gracias, puesto que no aminoró la velocidad en ningún momento y tras ayudarme a superar el obstáculo prosiguió su camino. Pero te puedo asegurar que a menos que una cruel demencia me lo arrebate, el recuerdo de aquel joven trajeado subiendo mi maleta me acompañará hasta el fin de mis días.

    Besos!

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  3. La verdad que la filosofía budista me interesa mucho,y es posible que al escribir me influencie un poco,me has pillado vamos jeje pero no,no me considero budista.
    Sobre la historia que cuentas,la verdad que fue bonita esa muestra de amabilidad espero que te impulse a devolversela, sino a él,a la vida ;)

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