jueves, 15 de marzo de 2012

El gigante-enano

Soy aquel gigante-enano del que hablaba Jorge Bucay en su "Cuenta Conmigo": un gigante, lleno de una energía juvenil que desemboca en actividades de todo tipo, con proyectos de futuro que piensa serán empujados por su "gran" experiencia personal y profesional, orgulloso al hablar en público sobre sus intercambios académicos y viajes al exterior, viéndose, por supuesto, como una pieza fundamental en la elaboración de un mundo mejor... maldito ego... ha tenido que subir a mi cabeza, mi lado enano, echar de ahí arriba al gigante que por un tiempo se había instalado, y gritarme con descaro las puertas que se me cierran al mundo laboral, la poca capacidad que tengo de cambiar las cosas que me rodean, el valor relativo de las actividades que hago, y lo necesario que soy en este mundo (tanto como los demás, os dejo a vosotros interpretar dicho valor).

Llevo unos días, que nada... me ha tocado enfrentarme a la realidad española y dejar de aspirar a un futuro digno de mi voluntad. La esperanza se nubla con cada posibilidad que se apaga. Por más que envío CV´s y solicito becas para el próximo curso realizar unas prácticas con las que conseguiré el título de Licenciado, nadie responde. Justo al final, parece que el mundo se apagó ahí fuera. También para mí sí, igual da la preparación que haya podido conseguir, nadie se salva. Parece que este mundo ya me dio demasiado, y ahora solo quiere recibir... La positividad que vestí durante unos meses, ha aceptado la moda nacional de reflejar su preocupación con cara abrumada ante el futuro... No me veo capaz de aguantar esa presión por mucho tiempo.

No me veo capaz de aguantarla, porque hoy me he descubierto pensando en el sentido de mis actividades, los motivos por los que seguía dedicando energía a algo que no me dará de comer, y mi dependencia económica familiar que no tiene pinta de acabar... Sin darme cuenta he caído en el tedio, y en los síntomas propios de una depresión. A nada le encuentro sentido, ni tengo ganas por buscarlo. Sin pretenderlo, sin quererlo, sin realmente verme empujado a ese estado depresivo, me he dejado poseer por mi lado enano.

He dejado que el tono altivo de mi habla, desarrolle un vocabulario tímido y escaso. Me siento un gigante-enano, una paradoja que camina por un mundo que no necesita mis esfuerzos. Como no me necesita, no me siento parte de él, y así, ni ganas hay por luchar. El sistema se torna sordo y ciego a mi persona, y me vuelvo una planta trepadora que percibe como su capacidad de mantenerse en pie disminuye a medida que crece.

Retrocedo en mis deseos. Doy la vuelta en el camino que creí me llevaría al éxito, y es que ya no estoy tan seguro de que ese sea el final. Las palabras esperanzadoras que coloqué en mi estandarte de presentación, cayeron al suelo y los destinos que creía posible, se funden con la lava de los acontecimientos reales.

Una vez más, me pregunto el por qué de nuestra existencia; en qué invertir la energía mientras estoy vivo; por qué hago lo que hago, y elijo cada día ser lo que soy... Ni en las clases que asisto, ni en el deporte que práctico, ni en la música que toco, ni en las ONG´s donde colaboro, encuentro la respuesta... tal vez no exista un motivo por el qué tengamos que estar aquí, y entonces, pienso en el cabrón que nos dio la capacidad de crear estas preguntas sin respuesta.

Ahora más que nunca, secundo aquella frase de Rosa Montero en su libro “La loca de la casa”: …siempre cabe la duda sobre si lo que haces tiene algún sentido. De ahí proviene en gran medida nuestra fragilidad.

1 comentario: