lunes, 12 de septiembre de 2011

Viaje a Paraty y Rio de Janeiro


Tras mi viaje a Paraty y Rio de Janeiro, muchas cosas por contar... No podría hablar de todo en un
solo post, así que trataré de resumir mi experiencia, y explicar un poco lo que me quedó del viaje. De todas formas, no prometo que en los siguientes post no escriba inspirado por lo ocurrido en esos 7 días.

Mis dos primeras jornadas fueron en Paraty, un pueblo costero, muy tranquilo y en pleno desarrollo gracias al sector turístico, que se encuentra a unas 4 horas de Río y otras 4 para Sao Paulo. Llegué a las 4 de la madrugada, porque mi amigo se confundió en el horario de autobuses y pensó al comprar los billetes, que llegaríamos sobre las 6. Es decir, pensábamos que llegaríamos cuando algo estuviese abierto, pero como no fue así, nos pusimos a "vagabundear" por las calles hasta que pudimos cargar el móvil de mi amigo en una ambulancia que pasó por nuestro lado a las 5´30 de la mañana, y así pudimos contactar con otros amigos para que nos dieran la dirección del albergue en el que dormían, y entrar a las 6 h. Esa fue la primera anécdota del viaje. En Paraty, me dio la sensación de estar en la Sudamérica de los documentales, donde ver un caballo en plena calle, mientras los buses y coches pasaban por su lado, no es nada de lo que extrañarse. Lo mejor de esos dos días, fue la bicicleta por los caminos, para luego disfrutar con mis 5 amigos, de playas vírgenes sin nadie alrededor. Bañarse solo, tranquilo, con un paisaje de fondo lleno de vegetación, montañas, y cocos...no tiene precio.

El martes por la noche llegue a la Río de Janeiro. De nuevo me encontraba en una gran urbe, nada que ver con Paraty. Pero Sao Paulo ya me había adiestrado para las grandes masas de gente y el tráfico denso, así que todo fue sin problemas. Allí me dí cuenta que cada vez soporto menos el comportamiento del turista típico: no me gusta tomar fotos a todo, no me gusta ir en plan rebaño a los lugares, ni hacerme notar como extranjero en los bares o en la playa. No disfruté del Cristo Redentor, porque había allí un porrón de "gringos" (así llaman los brasileños a los extranjeros, ya sean de EEUU, Colombia, o Italia) tomando fotos hacia el Cristo, con los brazos abiertos. Había tantos flashes y gente con los brazos abiertos en el aire, que me agobié y no pude disfrutar de las vistas que el Corcovado ofrecía. Copacaba e Ipanema más de lo mismo, no me asombraron demasiado. Realmente, las playas españolas no tienen nada que envidiarlas, comprendo que sean famosas porque son las playas más populares (son extensas y cercanas a la población) de Río, pero son playas normales. Lo más destacado de ellas: están limpias en una ciudad donde viven millones de personas, y siempre hay gente haciendo deporte. Allí la playa es un modo de vida. Lo que más me gustó de Río, fue su paisaje montañoso, el barrio de Santa Teresa y el Pan de Azucar. Las vistas desde este último fueron mágicas. Tal vez así me lo parecieron, porque fue en un día que mis amigos ya habían marchado a Sao Paulo y me quedaba solo, asimilando el final de mis "vacaciones". El caso es que llegué al Pan de Azucar a última hora, al atardecer, habiendo ascendido la primera colina por un sendero a través de la vegetación, para así ahorrarme el viaje del teleférico hasta allí, y solo pagar el último tramo. Fue genial subir de esa manera. El sendero era estrecho y lleno de hojarasca y raíces de los arboles, lo que a veces te hacía tropezar o resbalar, pero a mí me encanto subir acompañado de mi respiración y los sonidos del bosque. Una vez tomado el teleférico para llegar a la cúspide del Pan de Azucar, las vistas fueron maravillosas. También en esta ocasión había muchos "típicos turistas" con sus bermudas lacoste, sus bolsos D&G y bebiendo en el bar de la colina sus martinis, pero también había ese espacio de mochileros en la barandilla del Pan, observando todo Río, con sus playas, sus hoteles, favelas, y montañas, vigilados por los pájaros que decían adiós a un nuevo día con la caída del sol. Y ese, ese fue el momento que quiero recordar de mi viaje. Mi última "foto" a Río de Janeiro.

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