Cuando llega la amargura mi cuerpo se siente arrugado por una fuerza mayor que la tristeza. Comienza con simples molestias diarias: no me da tiempo para ir a hacer la compra, se me olvida la cartera en casa y tengo que volver, le suena el móvil a alguien en clase, se me cae el azucarero al suelo...cosas molestas por supuesto, que a todos nos pasan y olvidamos en 10 minutos. No así cuando la amargura llega. En esos días, semanas, periodos de tiempo, los fallos no se olvidan, se acumulan en forma de rencor.
Primero se justifican con nosotros mismos, nos culpamos de nuestras torpezas. Luego se vuelve más peligrosa, vertemos la culpa en la gente querida de nuestro alrededor.La amargura tiene la capacidad que la alegría aun no ha conseguido: la infelicidad se cierne sobre nosotros mucho más rápido, que la alegría sustituta. Una potencialidad suprema: convierte nuestro malestar en enfado, trasladando el malestar de los pensamientos a los actos. Y se alimenta a sí misma: nadie que no encare pronto su situación, consigue parar su decadencia anímica. La vida de una persona con este "síndrome" se vuelve pobre. No soporta a nadie, y nadie le soporta a él/ella. Incluido ella/él mismo.
Hace días que noto cierta amargura en mí. Quizás vino llamada por el stress, por la frustración de algunas actividades que no pude realizar como a mí me hubiese gustado, por la lejanía de mis personas queridas, por su falta de apoyo en momentos de tristeza... quizás la amargura quiere llenar un vacío que a creado la ilusión de verme independiente.
Ahora me dado cuenta de lo mucho que necesito a mis amigos, mis padres, mi ambiente familiar... Es en estos días de aspereza,y amargura, cuando me doy cuenta lo que necesitaré de mi mismo para no dejarme llevar por Ella.
No pienso culparme más por las torpezas que pueda cometer, no soy perfecto. No pienso acumular rencor por las incapacidades que descubro en mí, no soy perfecto. No pienso cabrearme porque alguien no actué como considero oportuno, no es perfecto. No pienso vivir aislado de todo aquello que me incomode, pensando que la vida es más fácil así, cuando lo que realmente estoy haciendo, es alejarme de cosas que tiene la vida.
Molestias y placeres son ambos ingredientes del día a día, será mejor que nos demos cuenta de ello, antes de que la amargura inunde nuestro tiempo de malhumor y falsas tristezas.