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Mira tus recuerdos, y encuéntrame en ellos.

Recuerdame como el chico entusiasta. Con sus planes y sus sueños. Con sus muchos viajes del futuro y sus pocas historias del pasado.

Recuerdame como el chico gracioso. Aquél que pone caras tontas delante del espejo para hacerse reír. Del que escuchaste comentarios con sentido inverso, a los que tu confusión resultaba en un silencio, que se ahogaba en un montón de risas.

Recuerdame como el encantador de miradas. Aquellas que quedan prendidas de mis ojos verdes, y de mi sonrisa velada por unos finos labios. Esos, a los que no paro de dar trabajo cuando tu rostro susurra entre mi pelo.

Recuerdame bailando como un loco. Cruzando las piernas una y otra vez. Moviendo los brazos al ritmo de la música, buscando el paso que acuerde con la melodía, un trato de conveniencia por una noche.

Recuerdame desnudo. Tumbado el sofá donde el sol se vierte con fuerza. Mojado de la ducha, con las gotas de agua aún cayendo por mi pecho.

Recuerdame en fragancia. Por la mañana cuando me acerco a despertarte con música y caricias, y hueles mi cuerpo buscando el postre de la noche.

Recuerdame en la cocina. Cuando te llamaba por la puerta, y llegando a la mesa ya sentías la delicia del sabor en tu boca. Cuando probabas el bacalao con tomate, la pasta con verduras fritas y las fresas con chocolate.

Crea en tu mente una barrera que impida acordarte de mi tedio.

Imagináme sin miedo. Sin dudas, ni complejos en tu presencia. Alguien fuerte cuando una relación crece. Cuando "quedar para tomar algo" un día, ya se convierte en quedar contigo de manera frecuente, y eso me perturba en vez de animarme. Imagináme sin ello.

Imagináme sin el decaimiento que me caracteriza cuando no entiendo las razones de la complicidad. Cuando no sé si vale la pena dar algo más por ti, si otro choque contra la pared de la decepción me espera.

Busca el amor que siento por ti una vez más, pues a mi se me escapa entre kilómetros de cariño y nostalgia.