Fuente: www.coyunturaeconomica.com |
El director de la escuela es un hombre
cercano a los 40 años. Es bajito, calvo y muy enérgico. Me cae bien
porque se le ve muy entusiasmado por su trabajo, y cuando está en la
escuela las cosas funcionan mejor. Se tira medio año fuera (o más),
para recaudar dinero (donaciones, patrocinadores...) y apoyar a los
estudiantes que andan en universidades fuera de Somalia.
Sin embargo, también hay a gente que
no les cae tan bien debido a su posición de jefe y malas formas en
ciertas ocasiones. Una de ellas me toco vivirla a mí.
Se le conoce por ser muy ambicioso y
competitivo. Yo también lo soy. No me gusta perder, y reconozco me
cuesta aceptar mis errores. No tanto reconocerlos delante de los
demás, sino aceptarlos de buenas formas. Suelo enfadarme conmigo
mismo y con mis compañeros de equipo si no estamos haciendo las
cosas bien. Fuera del deporte, me cuesta incluso perdonar. Pero no
creo que lo suela pagar con los demás, o sea irrespetuoso.
El pasado jueves jugábamos un partido
de baloncesto los profes contra los estudiantes, y el director era el
arbitro. Los estudiantes, como siempre, comenzaron a jugar muy
agresivos . Especialmente con un compañero que mide 1,90cm y tira
muy bien desde fuera, y conmigo que soy el base y he jugado durante
años. Ellos sabían perfectamente a quienes tenían que parar y así
lo demostraban. Codazos, manotazos, empujones... Llegué a sangrar
del labio por culpa de mi defensor que no paraba de instigarme. Yo
obviamente me quejaba al director para que empezara a pitar faltas y
parase ese tipo de juego. Él no aceptaba mis protestas y se cabreaba
cuando se lo decía. En ningún momento pensé que le estaba
protestando de mala manera o en exceso. El partido lo íbamos ganando
por más de 16 puntos arriba, pero yo veía que no podría seguir a
ese ritmo porque no teníamos cambios y los estudiantes cada vez nos
defendían peor. Finalmente, comenzaron a remontarnos y en una de las
tantas veces que me empujaron perdí el control del balón y me pitó
falta técnica porque pensó estaba fingiendo.
Comenzó a gritarme muy enfadado, a
ridiculizarme delante de la escuela diciendo que lloraba como un
bebe, etc. Yo no le hice ni caso, pero reconozco que me sacó
mentalmente del partido. Quedaban 10 minutos y los estudiantes nos
pasaron en el marcador. Perdimos el partido por 2 puntos. El director
se acercó a mí tras acabar el partido y yo le dije que no quería
hablar con él tras haberme faltado el respeto. En qué momento le
dije aquello!! Se puso a gritar como un loco diciendo “Fuuuuck you
Daniel, go away with your fucking science, I can teach it for you”
(soy el profe de ciencias). Todo el mundo alrededor se quedó en
shock con su reacción. Yo mientras me iba de la cancha, y él
alrededor gritando y provocándome. Finalmente me di la vuelta y le
dije que no era capaz de aceptar cuando un jugador no está de
acuerdo con su manera de arbitrar. Tuvo que venir un compañero a
separarle de mí. Fue ridículo lo ocurrido. Especialmente por el
triste espectáculo que dimos (no era mi intención ser parte de
ello) a los estudiantes.
Unas horas más tarde dos profes
vinieron a hablar conmigo. Me dijeron que no compartían la actitud
del director, le pedirían que se disculpase, pero posiblemente yo
también tendría que reconocer parte de la culpa para que se
disculpase. ¿Culpa de qué? En ningún momento le falté el respeto
como él hizo conmigo. Hablé con algunos estudiantes que estuvieron
ahí, y estaban de acuerdo conmigo. Al día siguiente vino el mismo
director a hablar a mi cuarto, junto con otros dos compañeros:
basicamente se disculpó por su actitud afirmando que yo le provoqué.
Yo no estaba de acuerdo, pero acepté poner de mi parte para que no
volviera a ocurrir nada por el estilo. Luego por la noche, en una
asamblea con los estudiantes, dijo que los dos nos arrepentíamos de
lo ocurrido (cosa que es verdad, aunque yo sigo sin creer que
provocase nada), y que esa no era la imagen que queríamos darles.
Dijo que es importante saber ganar y perder.
En fin, que no me gustó lo que
ocurrió, y además me hizo responsable del percance. Por mi parte,
trabajaré con el mismo esfuerzo e ilusión hasta final de año, pero
si encuentro otro trabajo para el año que viene, mejor que mejor.
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