viernes, 12 de septiembre de 2014

Brindo por el fútbol!

Niños jugando al fútbol en Hargeysa. Fuente. www.mckenziecollege.com
Hoy jugué al fútbol con los estudiantes.

Siempre he sido más de baloncesto y otros deportes, ya que de pequeño mi padre nunca quiso inscribirme a un equipo de fútbol como si hizo con otros deportes. Sin embargo, aprendí a jugar en la calle, primero con mi padre, y más tarde con los chicos del barrio.

Mi padre fue jugador en un equipo local e incluso llegó a cobrar dinero por mes. Además de fútbol, se le daban bien otros deportes como el tenis, y nadar. Por lo que desde pequeñitos, mi hermana y yo hemos crecido practicando deporte. A los 6 años me inscribieron en la escuela de baloncesto del CP Fátima, una de las canteras del Estudiantes CB (uno de los equipos de la ACB), y un año más tarde mi hermana y yo empezamos con el taekwondo. Cuando nos mudamos de Madrid un pueblo de las afueras continuamos con las artes marciales, y más tarde empecé a jugar al pin-pon (deporte que me encanta por la rapidez y agilidad). A los 14 años volví al baloncesto, en el equipo local. Allí fue donde conocí a gran parte de los amigos que todavía conservo en aquel lugar. Jugué 3 años allí, y luego dos años más en equipos de los pueblos vecinos. Por el camino, jugaba al futbol en la calle, o al tenis con mi padre algún que otro fin de semana. Y por supuesto en verano, me dedicaba a nadar, ya que fui socorrista durante 5 años.

Me encanta el deporte, lo confieso. Me afecta mucho al carácter, de hecho. Ganar o perder. Por suerte, no se me da mal. Incluso cuando he estado en otros países, siempre he tratado de no perder forma. En Suecia me apunté a un gimnasio y jugué al baloncesto con el equipo local. Y en Brasil comencé con la capoeira.

Aquí en Somalia, juego mucho al baloncesto con los estudiantes y hago gimnasia en una zona que la escuela tiene reservada con mancuernas y barras. Al fútbol apenas me he acercado, ya que ando con problemas de rodilla y por ser español tienen muchas expectativas conmigo. Sí, me asustaba decepcionarles. Al baloncesto por lo menos, ya les he demostrado que no se me da mal.

Hoy como decía me he atrevido a jugar un partido con los estudiantes mayores. Un éxito: he marcado 4 goles de los 7 totales de mi equipo. Hemos ganado ya que el otro equipo marcó 4 goles. Lo mejor no ha sido el número de goles, que la verdad no está nada mal para ser la primera vez que juego con ellos, sino cómo han sido los goles: dos de cabeza, dos con regates rápidos. Uno comprende por qué el fútbol mueve países cuando está dentro del campo y siente la euforia con cada gol. Especialmente aquí, donde la pobreza y la falta de oportunidades son pan de cada día, marcar un gol supone un aliento de esperanza. Aquí, donde los campos son de tierra, repletos de hoyos y piedras; donde los niños juegan descalzos o con sandalias, y las porterías son dos rocas, un gol es una pequeña victoria. Cada vez que marcaba un gol, parecía que lo marcaban ellos y no yo por su manera de celebrarlo. Mi cara era un poema cada vez que venían todos gritando para celebrarlo. Ni que decir tiene que adoran cada uno de los jugadores de la liga española.

Me da nostalgia recordar los partidos de fútbol que veía con mis amigos en los bares (los clásicos y derbis especialmente), como mi padre me enseñaba a rematar de cabeza en frente de casa, o aquel partido en la arena de Conil de la Frontera, hace casi 6 años. Espero que mi amigo, aquel que siempre le recuerdo como me lleve la pelota en un contrabalón que disputábamos, eche una sonrisa al leerme. Le mando un abrazo a él, y a todos los que crecimos rodeados de deporte. Somos la nación del deporte, a pesar de las últimas derrotas en los mundiales.



domingo, 7 de septiembre de 2014

Solo pienso ti, mujer

Fuente: sxmperspective.blogspot.com
La pasada semana salí con algunos profes por la ciudad. Hacía tres semanas que no pisaba Hargeysa, y tanto tiempo recluido en la escuela me tenía cansado. Fue bueno, porque pudimos compartir unas horas en un sitio diferente dando espacio a otras cosas que no estuvieran relacionadas con las clases.

Sin embargo, de entre todos los temas que salieron mientras tomamos té o paseábamos por el mercado, el más divertido y el que más atención llamaba era mi encuentro con una profe keniata.

Antes de irme de vacaciones a Etiopía en julio, tuvimos una cena de despedida (los profes del curso pasado) con el director de la escuela y los padres del Consejo Escolar (una asociación formada por padres y familiares que asesora a la escuela). Al terminar la cena, nos quedamos hablando un rato por allí, y como el lugar era un hotel, había bastantes mesas a nuestro alrededor con gente. Desde una de las mesas, dos mujeres me llamaron. Al acercarme pude comprobar que no tenían aspecto somalí, y como más tarde me confirmaron, eran de Kenia, y trabajaban como profesoras en otra escuela internacional. Casualidad que se trata de la escuela considerada como la segunda, o la mejor, del país junto con la nuestra. El caso es que una de ellas parecía bastante interesada en mí y me propuso volver a vernos cuando terminasen las vacaciones de verano. Así que en cuanto llegué a Hargeysa, hace tres semanas, la escribí para vernos.

En principio no estoy interesado en otra cosa que en conocerla como amigo. Porque de verdad que a veces se hace duro estar siempre en el mismo lugar, con la misma gente. Aunque no descarto que pueda pasar algo más. Físicamente no me gusta nada, pero es que no hay otra cosa. Reconozco estar pasándolo mal en el plano sexual. Es muy difícil, pero puede ocurrir. Difícil no solo porque no me guste, sino por los problemas de logística: aquí no te puedes acostar con alguien simplemente porque os apetezca. Nada de complicidad sino se trata de tu esposa, y obviamente, en privado. La única opción sería alquilar un coche o algo por el estilo. Porque incluso si quisiera irme con ella a un hotel, podría ser reconocido por alguien y ocasionaría problemas a la escuela, y a la propia chica. Por no hablar de mí mismo. Aún recuerdo aquel profe americano que fue encarcelado por traer una amiga a su casa (dentro de la escuela!).

Ella parece interesada. Al menos esa es mi apreciación al leer los sms que me manda, y la forma en que hablaba conmigo el viernes. Porque aunque no quiso encontrarse conmigo y el resto de profes de la escuela, si me invitó a sentarme con ella y su otra amiga en una mesa al otro lado de la cafetería donde estábamos. Me dijo de visitar la casa donde viven todos los profes de Kenia que trabajan en su escuela. Lo que es interesante, porque como dije arriba, siempre viene bien ver caras nuevas, y además, conocer gente de Kenia me puede venir bien, pues quisiera visitar ese país tarde o temprano. Lo malo fue que llegó una hora tarde, y apenas pudimos hablar 20 minutos. Hubiera querido que fuese más atractiva, para que lo voy a negar, pero son cosas que no está bien desear.

Por otro lado, han llegado dos profesoras nuevas. Una marroquí y otra somalí, ambas educadas en EEUU, por lo que se comportan como occidentales. La somalí es bastante reservada, especialmente los primeros días, y físicamente muy atractiva. Da clases de informática y geografía a los pequeños de 7º y 8º (11 a 13 años). La marroquí parece muy simpática, y viene como voluntaria. Impartirá un curso de autoliderazgo, en el que basará su proyecto fin de carrera, y dará clases de habla y escucha a los de 7º.


Como veis, no puedo dejar de pensar en mujeres. Especialmente en las nuevas. Es lo que tiene vivir en un lugar con segregación por género. No quiero imaginar como será mi vuelta a Madrid, donde he vivido tantas buenas experiencias. Prometo hacer el próximo post de algo diferente. Por ejemplo del caso de una profesora (si, de nuevo una chica) que es de Virginia (EEUU) y se convirtió al Islam. Es la primera vez que conozco a alguien converso, y la verdad me llama mucho la atención.