jueves, 25 de abril de 2013

Primero el cómo, segundo el qué

Soy una persona que le encanta debatir. Tal vez fuese porque desde pequeño veía a mis padres discutir (en el buen sentido) las noticias del día mientras veíamos el telediario. Tal vez porque en mi casa, siempre hubo periódicos en la mesa, y mesas redondas o documentales en la tele. Tal vez porque me alentasen a leer e interesarme por el mundo. Y seguro, porque me encanta hablar, y experimenté desde muy temprano el goce de quien cree llevar la razón...

Todos mis amigos conocen mi gusto por sacar temas conflictivos o tabúes: religión, economía, política, sexo... cuando se está conmigo, poco fútbol! Sin embargo en los últimos meses, comienzo a pensar que:

Lo primero, debo hablar menos y escuchar más. Por algo tenemos dos orejas y una sola boca.

Lo segundo, las formas de expresarse son igual de importantes que el mensaje que quiere transmitirse.


Estoy cansado de ver luchas por ganar protagonismo, defendiendo y atacando a todo aquel que rebate tu punto de vista. Hacer (o al menos intentarlo) gala de una supuesta superioridad ideológica. Parece que hayamos olvidado el significado de CONSENSO y DIALOGO. Impresiona ver como se ofende la gente cuando, no solo les llevas la contraria sino que simplemente difieres en algún matiz.

Pero yo no voy a tirar la primera piedra. Realmente estas cosas nos pasan a todos. Todos tenemos un ego que reclama ser el centro de atención. Ser valorado e importante para los demás. De ahí que cuando alguien no comparte nuestra opinión, nuestro ego nos atice y tratemos de cambiar el punto de vista del oponente, o si esto no es posible, al menos evidenciar lo equivocado que está frente al resto. Para ello, solemos:

- Reírnos. Ya sea con una carcajada burlona o con una simple risita, continuada con una mirada de desprecio y/o indiferencia (mostrando lo irrelevante o iluso que es su punto de vista)

- Examinar con preguntas cortas y rápidas sus conocimientos, buscando alguna contradicción o falta de explicaciones (poniendo a prueba su ignorancia).

- Atacar sus fuentes de información (mostrando su parcialidad).

- Cortar su turno de palabra, anticipándonos a lo que quiere decir (provocando que su mensaje no sea expresado con claridad y robe protagonismo al nuestro).

- Levantar el tono de voz o enfatizar nuestro mensaje con gestos (para desviar la atención hacia nosotros).

- Decir la última palabra (asegurándonos que el oponente cae bajo nuestra opinión; su silencio es nuestra victoria moral: refleja la falta de respuesta a nuestros argumentos).

Todas estas técnicas sirven para "vencer" y ganar adeptos en los debates. Son especialmente placenteras para nuestro ego, y nos cargan de adrenalina (ambas cosas, poco aconsejadas).

Pero lo más importante es preguntarnos, si de verdad tenemos derecho a entorpecer la opinión de los demás, si conseguimos algo cuando avasallamos con nuestro punto de vista, y por último, de qué sirve ganar tiempo, cuando pierdes el respeto a las personas.

Espero en un futuro cercano, cuando debata, sea capaz de: permitir la voz a todos (incluso de aquellos que tratan de callar la mía); y ser consciente de que ninguna verdad es absoluta.

lunes, 22 de abril de 2013

Feria de Abril y barro


Sevilla; viernes 19; Feria de Abril, calor (llegamos a los 36ºC); chicas por allí y por allá, algunas con vestidos de flamenca ceñidos, otras (en su mayoría turistas) con minifaldas, escotes, transparencias, tirantes... y yo con un calentón inimaginable.
Son las 6h de la mañana, me debato entre el cansancio físico y la excitación sexual, cuando mis amigas se acercan y me dicen "vamono´ a casa que aquí ya no hay na´ qué hacer. Ademá, sino no nos vamos ya, mañana estaremos demasiado cansados para ir a la playa". Acepto y marchamos, no sin antes dejar mi retina en los traseros de aquellos vestidos flamencos...
A la mañana siguiente, despertamos a la hora de comer. Yo el primero, que aún tenía el cuerpo acostumbrado al horario laboral, y a continuación, y con mi ruidos descarados, conseguí levantar al resto y comenzar a vestirnos. Llegamos a la playa a las 15,30h. El sol calentaba fuerte, de esos que avecinan quemaduras en la piel, pero la arena no mostraba la agresividad que acostumbra en pleno verano: se preveía un día perfecto de playa.
Mientras buscábamos a l@s colegas de mis amigas, yo no paraba de mirar bikinis, trikinis, bañadores, cuerpos desnudos tostándose al sol... de repente, veo en frente mía, a no más de 10 metros, 3 chicas jóvenes caminar hacia nosotros; 2 de ellas en topless. Mi vista se centra en sus pechos descaradamente. Más por su tamaño, que de por sí eran grandes en el caso de una de ellas, por la cercanía a la que estábamos. Con la mala suerte que cuando quise rectificar, nos están saludando: eran las colegas de mis amigas. Como podréis imaginar, nos saludamos con esa risa nerviosa que identifica la vergüenza de haberme pillado mirando donde no debía.
Nos dijeron donde tenían las toallas, y prosiguieron su camino. Yo me había quedado sin habla: la imagen de sus pechos aún estaba en mis ojos cual alucinación en el desierto. Me di la vuelta con disimulo, y vi que también llevaban tanga. Menuda jornada me esperaba.
Pasé el día con 7 chicas en la playa. 2 de ellas eran amigas mías y no existía ningún tipo de atracción por nuestras partes. No puedo decir lo mismo de las chicas que iban en topless. Aunque en general lo llevé bien, una persona desnuda en sí misma no me causa atracción, no soy de piedra, y cada dos por tres trataba de mirar aquellos pechos y culos como si fuesen caramelos.
Las chicas, todas ellas super majetas y simpáticas, se comportaban lo más natural posible y me trataban como a una más. Eso ayudo mucho a rebajar parte de la tensión sexual que sentía entre mis pantalones (se me había olvidado el bañador en Madrid). Y es que, si un cuerpo se muestra como tal, sin sensualidad ninguna, difícil es que me excite. Solo cuando a alguna de ellas, se cohibía de decir algo (como no, salieron temas sexuales en la conversación) o cruzaban alguna mirada conmigo, me percataba de la situación.
Como digo, a pesar de mi estado diario de excitación sexual (que ya he comentado en otras entradas) ver como se daban cremas, como la una le enseñaba a la otra posturas de yoga para mejorar el "flujo de energía sexual", como entraban en el agua quitándose todo el bañador, etc etc No me perturbó demasiado. Excepto cuando fuimos a un riachuelo donde se hallaban arcillas beneficiosas para la piel: todas comenzaron a embadurnarse de barro, y eso fue la gota que colmó el vaso. Para más inri, se acercaron otras chicas de la playa, guapísimas y con un cuerpo espectacular, y me pidieron que les hiciera fotos con el barro...

Os puedo asegurar que durante toda la mañana, no he podido trabajar sin que a cada segundo recordase y fantaseara con alguna de las chicas que conocí en Sevilla durante esta Feria de Abril.

viernes, 12 de abril de 2013

Sacrificicarse


De lunes a viernes me despierto a las 6h de la mañana. Me lavo, me visto, desayuno, y tras meter en la cartera la comida y la cena, salgo hacia el trabajo.

Cojo un bus hacia la estación de cercanías. Voy hasta Atocha, y allí hago transbordo a otro tren. En total, una hora y media de viaje, que aprovecho para leer. Generalmente en inglés para no olvidarlo.

Entro sobre las 8h, y ahí comienzan 6 horas de trabajo como becario. Ayudando en tareas de gestión y administración de las subvenciones y créditos otorgados a empresas y centros de investigación. Empecé muy contento, sabiendo que la estancia me daría muy buen currículo y experiencia científica en el ámbito administrativo (yo que hasta ahora solo había hecho ciencia a nivel de campo y laboratorio) pero reconozco que no estoy disfrutando ni aprendiendo todo lo que quisiera. Me resulta un trabajo aburrido, y la oficina, junto con el trabajo informático, terminan por agobiarme.

A las 14h salgo, muy cansado, con la cabeza llena de números y estadísticas. Marcho a la universidad para continuar con mi Proyecto Fin de Carrera.

Nada más llegar, y a excepción de no tener algún experimento que deba parar o iniciar pronto, me pongo a comer. Si tengo suerte como con los compañeros, sino, solo. Y luego me pongo a trabajar.

Cometo fallos, muchos fallos, y los resultados fiables nunca llegan. Me frustro, y veo de nuevo como el calendario sigue corriendo por delante de mí. Cada día hace más improbable que pueda presentarme en la convocatoria de Julio para así tener Agosto libre, y poder tomarme unas vacaciones en casa de mis padres: mis queridas islas. Me cabreo, me deprimo...

Suelo terminar entre las 20h o 21h. Los martes y jueves quizás algo antes ya que voy a hacer deporte. Pero en días que tengo mucho que hacer, o simplemente estoy lesionado (estas dos últimas semanas), me quedo hasta el final.

Cojo dos trenes y un autobús. Y por fin entre las 22h u 23h llego a casa. Destrozado de las 16-17h fuera de casa...

Los fines de semana los planeo para descansar, divertirme, y quedar con los amigos. Pero muchas veces no consigo lo que me propongo: cuando hay un plan de fiesta es viernes y estoy cansado de toda la semana, y cuando quiero salir, mis amigos desaparecen en otros planes donde no estoy incluido. Entonces, busco tiempo para otros hobbys como tocar música, hacer deporte, leer, o escribir en el blog. Incluso trato de mejorar mi convivencia con mi compañera de piso: mi hermana. Pero aún con eso, no acabo por satisfacerme y el fin de semana vuelve a pasar tan rápido como el anterior.

No sé si mi día a día cambiará. No sé si voy a conseguir sacarle algo de jugo a mi trabajo antes de acabar mi estancia. No sé qué pasará con mi PFC, si podré presentarlo en Julio o me tocará dejarlo para la convocatoria de Septiembre. No sé si el tiempo que le dedico al inglés y al deporte es suficiente o excesivo. Si reflexiono demasiado acerca de mis compañías. Si estoy buscando las respuestas en el lugar adecuado...

Pero una cosa es segura: estoy aprendiendo a sacrificarme y a convivir con la soledad, conmigo mismo. Todo ello pienso que será positivo, en cualquier circunstancia que me encuentre en el futuro. Solo espero, no haber puesto mis objetivos demasiado altos, y tener cuidado de las cosas que pierdo por el camino.  

sábado, 6 de abril de 2013

Indiscrección sexual


Ayer estuve en la celebración de un cumpleaños, y de nuevo, en una de las conversaciones salió un tema sexual. Concretamente hablábamos del deseo sexual (elevadísimo en mi caso). Yo por supuesto no me corté, y alenté a las personas para que hablasen y no sintieran vergüenza. El problema es que mi manera de alentar se basa en ser el primero en contar como me siento o cuáles son mis experiencias para romper el hielo, y luego esperar a qué los demás hagan lo mismo. Tiene que haber algún fallo en mi estrategia porque siempre ocurre lo mismo: todos escuchan (porque todo lo referente al sexo es morboso y a todos nos gusta poner la oreja), pero cuando acabo solo se ríen, se divierten con mis historias, pero se reservan las suyas. Así, me quedo con cara de tonto y pensando "soy un bocazas". Y es cierto, respecto a temas personales míos soy un indiscreto.

No es la primera vez que me pasa. Me marcho a casa pensando "estoy tonto, no debería haber contado eso o aquello".

En general, hablo por los codos. Especialmente no soy capaz de contenerme cuando sale un tema sexual. Digo siempre lo que pienso o hago sea quien sea la/s persona/s con la/s que converso. Y claro, abrir el pecho de esa forma indiscriminada (por no decir el corazón) tiene un riesgo: desvelo mucha información personal, y la información es poder. Suena peliculero pero es verdad. Con mis amigos, me estoy creando una fama de pervertido increíble. Y lo peor es que la fama ya ha traspasado fronteras y ahora también hay personas, simples conocidos, que las pocas cosas que saben de mí es en relación al sexo qué practico o imagino. Mal asunto.

Sé perfectamente que no soy el único que hace lo que hace, o piensa lo que piensa, pero como soy el único que lo dice, hasta el punto de seducir o repeler con descripciones detalladas, todos me miran como si fuera de otro planeta, exageran mis opiniones, mis anécdotas, y crean perfiles de cómo soy... Debería comenzar a cortar ese hilo.

Debería empezar por hablar menos. Pero me cuesta mucho. Es una de esas características de mi personalidad que menos gusta. Pero aunque consiguiera cambiarla, no sería de la noche a la mañana.

Todo esto lo pensaba ayer cuando salí de Tribunal para ir a casa. Mientras me despedía de mis amigos, podía ver las bromas y risas sobre aquello que acababa de contarles. Me sentí mal. Traidor de mí mismo.

Me llamó la atención un chaval, acompañado de una chica muy guapa, que no siendo su novia, sí parecía tenían algún tipo de rollo. Por lo menos el chico no paraba de estar con ella "metiendo ficha". El caso es que como muchos de los que estaban allí, cuando oyeron que en nuestro círculo estábamos hablando de sexo, se autoinvitaron a la fiesta. Como el juego de la botella cuando eramos pequeños: todo el mundo quiere mirar, pero nadie quiere participar. Pues bien, el chico me cayó bastante mal, no porque se riera de mí (como lo hacían otros), sino porque lo hacía como mostrando superioridad o compasión por mí. Como si fuera el único que se masturba!!

Me quedé con mala sensación. Cuando me iba, pensaba qué imagen tendrían mis amigos de mí, y lo que es peor, la gente del cumpleaños que nunca antes había conocido. Pensaba en burlas qué pudieran hacer a mis espaldas, tipos como el chico ese, solo por reír un rato o caer bien a alguien.

Al menos me consuela que la chica que acompañaba al chaval, me agregase esta mañana al facebook diciéndome lo bien que le caí y si me apetecer quedar un día para tomar algo :P