miércoles, 28 de marzo de 2012

Lujuria mental


Sexo, sexo, sexo, sexo... Mi cabeza y mi cuerpo no paran de clamar por sexo, y yo que no encuentro la persona, ni el momento, le repito una y otra vez que se relaje en sus intentos.

Cuando estoy en casa es fácil ordenarme "sit, sit", sin embargo como un perro juguetón, salgo a la calle ladrando "up, up": me despierto tras pasar por el harén de morfeo; me desperezo con una…; salgo a la calle, y todas las chicas me parecen sutilmente eróticas; el metro es un desfile de moda, que en mi mente se convierte en galería de lencería; y cuando llego a la facultad,  donde la predominancia es claramente femenina, me planteo ponerle correa y bozal a mi salvaje instinto masculino.

Intuyo que mi estado es provocado por una mezcla de causas: estoy en una edad, en la que biológicamente mi cuerpo se encuentra listo para reproducirse (normal que me empuje el instinto); hace muchas semanas que no práctico sexo; los ambientes en los que me muevo suelen tener presencia femenina de muy buen gusto; y la temperaturas altas que corren por las calles de la ciudad condal, son razones más que suficientes para que mi locura por buscar una mezcla carnal, rebase el límite de la cordura.

Llega hasta tal punto mi estado de lujuria, que me sorprendo observando mi cuerpo al espejo más de lo normal, y lo que es más gracioso, disfrutando mientras lo miro. Lo miro con deseo, y lo trabajo con esmero, todo por el placer del cuerpo. Y aunque en un principio me preocupó que estuviera desarrollando una actitud hedonista, finalmente vi que lo hacía por el anhelo de experimentar un sexo entre dos cuerpos bonitos; entre ellos, debiera estar el mío.

Me ejercito, me bronceo, me afeito, y me perfumo. Os observo, os huelo, y fantaseo con mi mano sobre vuestras piernas, mordiéndoos el lóbulo de la oreja, al mismo tiempo que os aprieto con mi cintura.

De momento mantengo la compostura. Hace poco estuve en una de fiesta donde tuve la oportunidad de desaparecer con una chica con la que hubo cierto flirteo, pero realmente no era mi tipo, y aunque la facilidad de sexo suele ser un punto positivo para qué un hombre se decida a atacar (para que negarlo xD), mi conciencia puedo más que mi p.... perdón.

Hacía tiempo que quería escribir una entrada sobre sexo. Fue con ese tema con el que conocí la atmósfera bloggera que se movía por la red, y por fin, ha llegado el momento de hacerlo: en un estado donde me siento más un semental escapado de una cuadra, que una persona en sus cabales. Me pregunto si este gallo que me canta tardará mucho en callarse, o hasta que no le de lo que pide, seguirá arañando las ideas que me corren por la mente.

jueves, 22 de marzo de 2012

La inutilidad del enfado


Llegando al metro, vi 2 mujeres mulatas mirando de manera preocupada las escaleras que tenían que descender, con aquellas pesadas maletas de viaje que sostenían sus brazos. "¿Queréis que os ayude?" pregunté, una de ellas me dirigió una mirada llena de agradecimiento pero fue su compañera, de forma veloz, quién respondió "Oissh sí, pega esa, mi amor", señalándome la maleta más grande. Acto seguido, comenzó a bajar las escaleras ella sola. Casi me echo a reír, pues mi idea no era hacer de "botones", sino simplemente ayudarles. Pero no hizo falta aclarar mi ofrecimiento, pues la mujer que en principio me había obsequiado con su mirada, comenzó "como se te ocurre tratarle así al chico! él cogerá de un lado y tú del otro!". Asentí con la cabeza, agarrando de un lado y mirando a su compañera para que subiera de nuevo las escaleras y cogiera del otro lado.

No sé sí le sentó muy bien, porque al subir y coger del otro lado de la maleta, y justo cuando yo la levantaba de mi lado, "se le escapó" el suyo, y la maleta se me cayó encima. De nuevo me sentí con ganas de "reír": me había cortado el dedo con la rueda de la maleta, sangrando, por no hablar del dolor que me hizo. Aún con eso, decidí ayudarles a bajar las maletas. Una vez terminado la tarea, me despedí de ellas, entre disculpas y agradecimientos de la primera, y un par de "gracias" indiferentes de la segunda. Comportamiento absurdo pienso, de esta última.

En esto que llego al vagón de metro y abro un libro para leer de camino a la universidad. A mi lado, escucho a dos mujeres mayores criticando bajito, lo mal que se comportan los inmigrantes, lo poco que respetan nuestra cultura, como ha subido la delincuencia desde que somos uno de los países de Europa con más recepción de inmigrantes... Pienso en los pobres inmigrantes adolescentes con los que hago el voluntariado los viernes, y me da rabia.

Llego a la estación donde tengo que intercambiar de linea, y resulta, no solo que aquellas dos mujeres mayores me acompañan en dicha estación, sino que están haciendo un control de billetes los revisores. Cuando voy a pasar por el control detrás de las dos mujeres, me sorprende verlas como intentan esquivarlo. Los revisores las pillan y al preguntarlas por el billete, lo que me temía: ambas no lo habían comprado. Comienzan las excusas: "no si lo íbamos a comprar ahora después". Menuda actitud más ridícula, pienso.

Pero qué hago ante estas situaciones, ¿me cabreo? No hay necesidad de hacerlo. Enfadarse está comprobado que debilita el sistema inmune, acorta la vida, favorece el riesgo de enfermedades cardiovaculares y es más, supone el peor estado de ánimo para caminar por la vida. Mejor no me enfado. No me conviene.

Mejor voy a intentar tomarme a las personas como espejos. Todas ellas me muestran comportamientos que yo mismo podría desarrollar, así que voy a intentar permanecer atentos a ellas, y elegir cuáles quiero para mí y cuáles no. Así podré aprovechar cada nuevo encuentro, sin que ninguno de ellos me afecte de manera negativa ni me supongan un paso atrás.

Las malas acciones no merecen de mi tanto como para llegar a enfadarme.

jueves, 15 de marzo de 2012

El gigante-enano

Soy aquel gigante-enano del que hablaba Jorge Bucay en su "Cuenta Conmigo": un gigante, lleno de una energía juvenil que desemboca en actividades de todo tipo, con proyectos de futuro que piensa serán empujados por su "gran" experiencia personal y profesional, orgulloso al hablar en público sobre sus intercambios académicos y viajes al exterior, viéndose, por supuesto, como una pieza fundamental en la elaboración de un mundo mejor... maldito ego... ha tenido que subir a mi cabeza, mi lado enano, echar de ahí arriba al gigante que por un tiempo se había instalado, y gritarme con descaro las puertas que se me cierran al mundo laboral, la poca capacidad que tengo de cambiar las cosas que me rodean, el valor relativo de las actividades que hago, y lo necesario que soy en este mundo (tanto como los demás, os dejo a vosotros interpretar dicho valor).

Llevo unos días, que nada... me ha tocado enfrentarme a la realidad española y dejar de aspirar a un futuro digno de mi voluntad. La esperanza se nubla con cada posibilidad que se apaga. Por más que envío CV´s y solicito becas para el próximo curso realizar unas prácticas con las que conseguiré el título de Licenciado, nadie responde. Justo al final, parece que el mundo se apagó ahí fuera. También para mí sí, igual da la preparación que haya podido conseguir, nadie se salva. Parece que este mundo ya me dio demasiado, y ahora solo quiere recibir... La positividad que vestí durante unos meses, ha aceptado la moda nacional de reflejar su preocupación con cara abrumada ante el futuro... No me veo capaz de aguantar esa presión por mucho tiempo.

No me veo capaz de aguantarla, porque hoy me he descubierto pensando en el sentido de mis actividades, los motivos por los que seguía dedicando energía a algo que no me dará de comer, y mi dependencia económica familiar que no tiene pinta de acabar... Sin darme cuenta he caído en el tedio, y en los síntomas propios de una depresión. A nada le encuentro sentido, ni tengo ganas por buscarlo. Sin pretenderlo, sin quererlo, sin realmente verme empujado a ese estado depresivo, me he dejado poseer por mi lado enano.

He dejado que el tono altivo de mi habla, desarrolle un vocabulario tímido y escaso. Me siento un gigante-enano, una paradoja que camina por un mundo que no necesita mis esfuerzos. Como no me necesita, no me siento parte de él, y así, ni ganas hay por luchar. El sistema se torna sordo y ciego a mi persona, y me vuelvo una planta trepadora que percibe como su capacidad de mantenerse en pie disminuye a medida que crece.

Retrocedo en mis deseos. Doy la vuelta en el camino que creí me llevaría al éxito, y es que ya no estoy tan seguro de que ese sea el final. Las palabras esperanzadoras que coloqué en mi estandarte de presentación, cayeron al suelo y los destinos que creía posible, se funden con la lava de los acontecimientos reales.

Una vez más, me pregunto el por qué de nuestra existencia; en qué invertir la energía mientras estoy vivo; por qué hago lo que hago, y elijo cada día ser lo que soy... Ni en las clases que asisto, ni en el deporte que práctico, ni en la música que toco, ni en las ONG´s donde colaboro, encuentro la respuesta... tal vez no exista un motivo por el qué tengamos que estar aquí, y entonces, pienso en el cabrón que nos dio la capacidad de crear estas preguntas sin respuesta.

Ahora más que nunca, secundo aquella frase de Rosa Montero en su libro “La loca de la casa”: …siempre cabe la duda sobre si lo que haces tiene algún sentido. De ahí proviene en gran medida nuestra fragilidad.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El fin no justifica los medios


El pasado miércoles asistí a la manifestación llevada a cabo en Barcelona contra los recortes en Educación. Dudé sobre ir o no, puesto que tenía que ir solo. La poca gente que conocía de mi facultad no iba, y me daba un poco de pereza e incluso vergüenza (¿qué tontería no?yo también lo pensé así finalmente). Sin embargo, decidí ir llegado el momento puesto que las causas de la manifestación eran más que justas, y no me parece bien hacer huelga sin llevar a cabo a continuación protestas de las que los huelguistas se hagan cargo.

No sé si habéis oído algo en las noticias, ya sea en la tv, periódicos u otros medios de comunicación sobre aquella manifestación, pero yo personalmente regresé a casa avergonzado. Avergonzado porque veo que la población española, y principalmente me refiero a los jóvenes (jóvenes que se supone tienen un mínimo de cultura y desarrollo intelectual pues se encuentran en la universidad!!), sigue justificando la violencia con los motivos en los que basa su protesta.

Para introducir un poco lo que quiero decir, haré un pequeño resumen de como se desarrollo la manifestación: la marcha se convocó sobre las 12h desde Plaza Universitat; cuando yo llegué, sobre las 12,30h, la Plaza estaba llena y todo hacía presagiar que la convocatoria y la marcha iba a ser un éxito; allí había no solo estudiantes universitarios, sino también estudiantes de institutos (promovidos por lo ocurrido en Valencia), y también profesores y otros funcionarios del ámbito educativo; todo empezó muy bien, con coros en contra de los recortes vergonzosos que se están llevando a cabo en Ciencia y Educación, y en contra de otros recortes sociales; recuerdo no entender algunos de los coros, así como no entender porque había gente con banderas independentistas catalanas (en una marcha por la educación que nada tiene que ver con la región de la que seas, ¿a qué viene ese orgullo nacionalista?), así como banderas de la república, de Grecia, del Ché Guevara... y perdonadme, no es que no sepa hilar todos esas cosas con la educación, igual hay explicaciones para todas ellas, pero creo que hay que ser un poco más concreto y específico cuando llevas a cabo una protesta, y no pensar solo en tus ideales y sacarlos a la luz aprovechando una manifestación COLECTIVA por otro asunto... pero sigamos; todo iba bien hasta que la marcha llegó a la Bolsa de Barcelona: allí un grupo, bastante grande, de jóvenes con edades desde los 16 años hasta los 30 años, comenzó a gritar insultos y coros ofensivos contra la banca, contra sus empleados y como no, contra la policía que allí se encontraba controlando la situación.... Me indigné porque eso no son formas de manifestarse, y me alegre de haber ido ese día a la manifestación y ser parte del grupo que continuaba andando de manera pacífica por la calzada tratando de separarse de aquellos radicales, que no eran pocos ni muchos menos (y aquí me temo, que tristemente, la cantidad sí importa). Continué con el grupo pacífico de la marcha y al cabo de 1h se escuchaba como la policía, que se había esperado a que pasasen los manifestantes pacíficos para hacer la carga, estaban disparando balas de goma; se escuchaban sirenas por todos lados, cundió el pánico y el nerviosismo, y al mirar atrás se veían los gases lacrimógenos amenazando con las porras agresivas de los mossos que los acompañaban... comencé a correr para irme de aquel lugar.

Más tarde vi imágenes como la que he colocado arriba... No paro de pensar como podemos seguir así: usando la violencia para protestar por un ideal. Cuando la gente crítica la violencia policial o de otras fuerzas del estado, y luego hace cosas como las que se pudieron ver el pasado miércoles en Barcelona, pierde para mí todo mi respeto, y la coherencia de sus argumentos.

Para protestar y lograr un cambio la violencia casi nunca sirve. Y pongo el "casi" porque reconozco que habrá situaciones en las que la violencia como acción defensiva no tenga otra alternativa de respuesta. Pero aquí, en España, en el momento presente, no creo que sea el caso. Claro que sigue habiendo injusticias, claro que la situación es dura y hay que luchar por cambios y por nuestros derechos, pero hay que recordar que todo eso hay que hacerlo con el respaldo de la mayoría ciudadana. Sin embargo, todos sabemos que el gobierno que tantas recortes está imponiendo, ganó por mayoría absoluta (¿unas elecciones injustas debido a las leyes electorales antidemocráticas? estoy de acuerdo, pero aún así nunca el PP había tenido tantos votos).

Por tanto, cuando llevamos a cabo una protesta, no tenemos que llevar en mente el hecho de cambiar a los que ostentan el poder en nuestro país, sino a aquellos que le dan el poder: a la ciudadanía española, al pueblo ( a los que les votan, a los que engordan la proporción de los partidos grandes votando en blanco, o los que se abstienen). Y para ello, no se puede tirar piedras, porque están cayendo en nuestro mismo tejado y lo que conseguimos es una mala reputación que se traduce en el rechazo de aquellos que necesitamos para lograr el cambio!! y que encima recibiremos más porrazos en la calle. No se puede lograr un cambio de esa manera, utilizando la violencia. Tal vez sirve para desahogarnos, pero ese no debería ser el motivo para convocar una manifestación ciudadana.

El que justifica la violencia de los estudiantes contra las fuerzas de seguridad, también podría justificar la viceversa. La violencia es solo una serpiente que se muerde la cola y nunca queda saciada. Una lástima ver como las nuevas generaciones, los jóvenes, no hemos aprendido el dolor por que el pasaron nuestros abuelos y padres, por culpa de eso mismo: querer imponer un cambio a base de fuerza, y no a base de palabras y apoyo mayoritario.

viernes, 2 de marzo de 2012

Nacionalismos I. No me tires de la lengua


Cuando mis familiares y amigos me preguntan estos días, qué tal con el catalán, no puedo evitar que me hierva la sangre. De 4 asignaturas en las que estoy matriculado en Barcelona, solo un profesor se ofreció a dar la clase en castellano (preguntó a los demás alumnos antes para confirmar el visto bueno de ellos) teniendo en cuenta que vengo de intercambio y no lo hablo todavía (entre mis prioridades está aprender catalán). Los otros 3 profesores hicieron caso omiso de mi desventaja (al inicio de la primera clase les hice saber que era un alumno séneca de Madrid, y que aún no "controlaba" el catalán) y dan la clase en un idioma que saben no comprendo. Trato de no desanimarme en clase, pensando que como el castellano y el catalán son parecidos lo aprenderé en un mes más o menos, pero me da rabia ver como usan su lengua como vía de exclusión y no como vía de comunicación, haciéndome perder sus explicaciones durante el tiempo que aprenda su idioma.

Ellos ignoran mi traba, e incluso uno de ellos al que directamente pregunté si podía dar la clase en castellano (aunque fuera el primer mes) ya que no había conseguido atender sus explicaciones durante las 4 primeras clases (intenté comprender las clases en catalán antes de pedir que las dieran en castellano), me negó mi petición diciendo "por un alumno no voy a hablar en castellano".... No sabía si reírme o echarme a llorar.

Esta claro que porque dieran la clase en español, no causarían ningún perjuicio a los demás estudiantes. Esta claro que no trato de menospreciar su lengua, ya que siempre recalco el derecho y deber que tienen de hablar el catalán y mi voluntad por aprenderlo rápido. Pero lo que no parece esté tan claro, es que también tienen la obligación (y el derecho) de conocer el castellano, y de que su ética profesional como profesor les debiera empujar a intentar que sus explicaciones y lecciones llegasen a cada alumno de sus clases. Hacer todo lo posible para que tus alumnos aprendan (por supuesto dentro de unos parámetros lógicos) debiera ser la motivación de cada profesor.

Pero aquí no, aquí parece es más importante hablar el catalán que permitir a un alumno de intercambio (en su propio país) atender a las clases de la misma manera que los demás. Es más importante, hacerle saber a ese alumno, que tiene una desventaja, que es diferente, y que va a pagar por ello. Aunque no fuera necesario pagar tal precio.

No sé en que piensan esos profesores cuando me niegan el derecho a seguir sus explicaciones. Tal vez lo que quieren es defender su lengua, que perciba su fuerza y su deseo de que continúe presente en la sociedad, pero no se dan cuenta que así no lo están consiguiendo.

El catalán es un idioma, que claramente no va a desaparecer en un futuro próximo: la escuchas en la tv, en la radio, en la calle, en las escuelas se les enseña a los niños, los anuncios de supermercados y otros rótulos están en catalán... está presente y no necesita que la defiendan de esa manera ante los "extranjeros"!!

Para mantener una lengua, debe existir un valor/motivo por el que hacerlo, y el valor del catalán reside en su aspecto cultural e histórico, pero tratar de mantenerla viva haciéndonos creer que es una necesidad para integrarnos en su sociedad es absurdo y xenófobo. Es un hecho que el catalán no es una lengua necesaria desde el punto de vista comunicativo (en el mundo actual pocas lo son, salvando el chino, el español, y el inglés, contando que con la globalización en un futuro serán incluso menos). Eso no significa que deje de ser importante, pero sí supone una ética a la hora de dirigirse a alguien que desconoce esa lengua minoritaria, ¿qué comportamiento es ese de excluirme simplemente porque no hablo una lengua de una región por la que estoy de paso? Cuando nos niegan el derecho de comunicación de tal manera, lo único que consiguen es una imagen de sociedad cerrada con falta de criterio y asustada ante el mundo exterior. Qué puedo sentir yo, hacia una persona que hablando dos idiomas (oficiales ambos: derecho y obligación de su conocimiento), y sabiendo que no he tenido tiempo de aprender una de ellas, me habla justo en la que sabe no conozco: claramente, me lo tomo como una falta de respeto.

Yo, que he venido aquí tras pasar por varios países; que tengo muchas ganas de conocer el mío y para ello quiero contar con todas sus regiones; que quiero luchar contra los prejuicios nacionalistas que nos dividen; que soy el primero en reconocer las diferencias que nos atañen pero al mismo tiempo pienso que nuestros parecidos son mayores y más fuertes; me he vuelto a topar con personas que no aceptan las diferencias, y prefieren su grupo pequeño y homogéneo, al grupo grande y diverso.