domingo, 26 de junio de 2011

Estar o no estar, escuchar u oír

Llevo semanas entre los míos y no me siento afortunado entre sus tiempos. Mantengo los míos ocupados por trámites burocráticos y el espacio de sus cuerpos, pero no me he mojado de sus almas. Y eso me duele, pues ya me di cuenta del valor de las personas, y de como las desvalorizamos en su presencia. Sin embargo, y como digo, una vez más pasé delante de ellas sin saber tocarlas, sin saber mirarlas como son y no solo como solemos pensar que son. Las personas esconden más de lo que aparentemente vemos, solo hay que escucharlas y observarlas con atención, para realmente coger una parte de ellas. Prestar atención a las personas. Que simple suena, y que poco lo hacemos.

Y me duele mi actitud, pues pocas veces he tenido la ocasión de hablar durante casi un mes, de amigo a amigo, de madre a hijo, o de hermano a hermana.

Me he dado cuenta que el hecho de que no liberé mi mente del nerviosismo y de un continuo ir y venir, no me hizo sacar provecho de mi tiempo aquí. No he sacado ventajas del tiempo con los míos.

He estado con ellos sin estar. Han estado conmigo sin mí. No nos hemos escuchado lo suficiente. Solo nos hemos oído de lejos. Quizás nos hayamos contado las aparentes casualidades que ocurren en nuestros días diarios, pero he echado de menos esas conversaciones sobre nuestro sentir. Ese sentir que vi cambió durante mi estancia en el extranjero haciendome madurar y ser consciente de mi momento "aquí". Me hubiera gustado escuchar el sentir de los míos, sus reflexiones y pensamientos fuera del "ir y venir". Me hubiera gustado conversar de persona a persona.

Ya no queda tiempo, al menos para mis amigos. El miércoles vuelo para estar con mis padres, y cuando regrese en julio, solo por espacio de un día permaneceré un día más en Madrid para coger otro vuelo hasta mi próximo destino. Miraré entonces la cara de mis maletas volverse fría, fría como mi despedida a la gente querida, que dormirá en mis recuerdos hasta navidad.

sábado, 11 de junio de 2011

Mis ganas de hablar

Llegué a Madrid este martes por la tarde. Exactamente a las 7 30 me reencontré con mis amigos, algunos de los cuales vinieron a recogerme a barajas, otros se acercaron más tarde por mi casa para darme la bienvenida.
Al día siguiente empece con todo los trámites para mi siguiente destino, pero mientras tanto me di cuenta de dos cosas: las ganas que sentía por contar lo que me había pasado,y me estaba pasando; y segundo, lo extraordinaria qué es esta ciudad junto con las personas y cosas que pasan dentro de ella. Hoy solo hablaré de lo primero.
Mis ganas de hablar. Mis ganas de hablar me llenan de ansiedad, porque nunca encuentro tiempo para contarlo todo, y nunca creo haberle contado todo a este o aquel amigo, le falto a la verdad. Me veo contando fragmentos de una vida a diferentes personas, para que al final, nunca sepa lo que realmente he vivido. Me agobia pensar que puedan hacerse una idea de mí equivocada, por falta de información, porque solo pude contarles una parte de la historia. Todo eso me introduce en un círculo vicioso, de querer hablar, explicar, describir...cada cosa que he vivido, hasta el final de los finales.
Me siento orgulloso y fascinado de mi estancia en el extranjero. Me siento muy bien cuando la gente muestra interés por escucharme, pero es en esos momentos cuando la Vanidad vuelve adueñarse de mí, para hacer uso de mi tiempo y del tiempo de los demás y seguir destacando en este presente, del que cada día me doy cuenta, se mantiene moribundo. Ella desea que aquello que ha sido importante para mí, también lo sea importante para los demás, y para ello lo primero que debe hacerse, es que lo escuchen todo y lo entiendan todo. Mi Vanidad es una acaparadora del presente, y en verdad, no me aporta nada, ni siquiera la satisfacción de satisfacer la curiosidad del que me pregunta, porque al buen rato de estar hablando, me doy cuenta muchas veces, que no siempre hay que hablar de todo para que el otro entienda como me afecto todo.
El buen orador no solo destaca por saber emplear palabras fáciles de entender y usar una manera fluida para hablar, sino también, reconoce cuando el oyente quedo saciado de palabras. Tengo que saber cuando parar, como todo en esta vida, y favorecer el dialogo, y no quedar al servicio de la Vanidad. El Yo, Yo,y Yo, se va acabar, si lo que quiero es no perderme nada en esta vida, debo dejar de hablar tanto de mis "importantes" experiencias y escuchar también las de los demás.